A veces
uno necesita poemas
como el estómago alimento
o como el sediento agua.
Necesitamos versos
que apaguen fuegos interiores
o sirvan para encenderlos;
que calmen congojas
o exalten nuestros logros;
que suavicen desencuentros,
que lloren a los finados,
que nos iluminen el mundo…
A veces
necesitamos la poesía
como el pan el hambriento,
una poesía consoladora,
alimentadora,
iluminadora,
que calme nuestras zozobras,
que, no lo olvidemos,
los males del corazón sane.
Un poeta
es un boticario
que expende en sus versos
fórmulas magistrales,
cordiales invitaciones
a vivir con fe la vida,
a hallarnos
en el nosotros,
a encontrar la alegría
(bella música del alma)
en una hermosa imagen;
a encontrar, como tesoro,
en el fondo de las palabras
añejas, en amarillentas páginas,
o nuevas, en rutilantes pantallas,
nuestro ser más preciado.
A veces,
en suma,
muchas veces,
necesitamos,
apenas sin saberlo,
poemas, poetas,
versos de agua, pan o fuego.
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