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Pensamientos sobre educación (III)





La Junta de Andalucía ha establecido una hora obligatoria a la semana de lectura en la ESO: magnífica idea, y yo soy el primer profesor que se apunta a ello, pero ¿no habría que hacerlo antes en Primaria? Estoy convencido de que la base de un buen hábito de lectura ha de venir de los primeros años de enseñanza obligatoria, sobre todo de la Educación Infantil. ¿Cómo conseguimos que un buen número de alumnos conserve para toda la vida ese hábito, tan importante en el desarrollo del hábito de estudio? Pues aquí está el problema: que mientras la sociedad en otras épocas se volcaba en la enseñanza (léase por ejemplo Corazón, de Edmondo de Amicis), hoy no aparecen como tema fundamental de preocupación en las encuestas de opinión los bajísimos índices de lectura en España.

¿Cómo enganchar a la lectura a esas masas consumidoras de bazofia televisiva? El problema no está en las clases sociales que tienen fácil acceso al disfrute de los libros y la cultura en general. Cuando leo un artículo de opinión que retrata a la perfección los males del sistema educativo pienso siempre: "¡qué razón tiene este hombre!", pero más eficaz sería su mensaje si llegase a la gente acostumbrada a la prensa y la televisión basuras. A veces pienso que estamos inmersos en una nueva Edad Media (tecnológica, eso sí , pero Edad Media en el peor sentido de la expresión). ¿Qué hacemos entonces los cultivados? ¿Quejarnos sólo de que los que no saben leer tienen más poder real en los institutos que los pobrecitos lectores, que cada vez son considerados más como una secta que hay que erradicar? NO, HAY QUE SER POSITIVOS: LUCHAR DESDE NUESTROS PUESTOS PARA EVITAR QUE LA CULTURA SE CONVIERTA EN UNA ELITE Y PARA ACERCARLA A LAS MASAS ILETRADAS QUE NO TIENEN PASIÓN POR ELLA. Hay que crear grupos de presión "(lobbies, dicen los americanos) con ese fin.

¿Cuál puede ser uno de esos instrumentos? Aparte de Internet, que ya lo está siendo (véase el ejemplo de los foros, blogs, chats...), la televisión, actual maestra de esas masas de las que antes hablamos, puede ser una gran aliada. Recuerdo con gran cariño a Félix Rodríguez de la Fuente y cómo logró crear una conciencia ecologista en las gentes que lo observaban atónitas. ¿No pueden crearse programas, emitidos a horas decentes, que tengan como base la educación de la cultura entre las masas?

Hasta ahora el panorama es desalentador en parte, teniendo en cuenta que las máximas audiencias, como todos sabemos, las consiguen programas centrados en escándalos e informaciones de cotilleo barriobajero, pero no todo está perdido. En la Edad Media los monjes se dedicaron a copiar un material inmenso de sabiduría para legarlo a generaciones futuras. Planteeémonos qué legado va a dejar esta época a las generaciones venideras: yo creo que será el que todos nosotros queramos, bueno o malo.

En nosotros estará la llave. No quiero ser pesimista, pero, por ejemplo, es cierto el escaso valor que el sistema educativo otorga a la literatura (de ser una asignatura específica en el Bachillerato se ha convertido en la hermana pobre de la Lengua al agruparse con ella en un horario de tres míseras horas semanales). ¿No será porque la Literatura hace pensar y eso no es lo que se espera del individuo de esta sociedad materialista y neoliberalista? El pensamiento se ha convertido en enemigo de este sistema, por todos aceptado (no hay más remedio), basado en el voto y el consumo.
¿Qué hacemos con ese desinterés hacia la lectura, y por ende hacia los estudios, de buena parte de los adolescentes de hoy? La solución es complicada, debido a la escala de valores inversa de las sociedades occidentales actuales. Sí, ESCALA DE VALORES INVERSA. Los valores de los individuos en una sociedad consumista son no contentarse con lo mucho que se tiene y aspirar a más y mejores servicios: coches, viviendas, trabajos...; sin embargo, esa máxima de MÁS Y MEJOR no se aplica al campo de las relaciones personales. Por ejemplo, ¿por qué no se lucha para procurar una mejor educación para nuestros hijos? Hay un conformismo generalizado que lo invade todo en el que triunfan los programas de cotilleo salvaje y la información del fútbol como únicas vías de escape, mientras las tensiones sociales son cada vez mayores (pensemos en las elevadísimas cifras de divorcios). La gente se queja del sistema, de los profesores..., pero ¿dónde queda su parte del pastel, de responsabilidad? ¿Qué porcentaje de padres levanta el trasero del sofá después de un estresante día de trabajo para jugar con su hijo o enseñarle a hacer los deberes o a estudiar? Creo que muy pocos lo hacen: sus hijos serán los privilegiados que salgan de un futuro de trabajos "basura" gracias a la formación recibida, aunque pierdan un poco el interés por la lectura en la adolescencia. Pero, ¿y el resto? ¿Qué hacemos con los que no quieren o no pueden leer desde niños porque en sus casas no hay un triste libro que llevarse a los ojos?

Y no sólo eso: ¿qué sucede si en su entorno encima está mal visto que el niño lea? Mal futuro auguro para esas masas mal-letradas. La verdad es que sí, que hoy estoy un poco pesimista. Pienso de nuevo en el cuento sin final del burro que no quería beber: ¿cómo conseguimos que beban tantos burros que en el mundo son?

Pero dejemos de quejarnos y actuemos: ¿cómo podemos crear grupos de presión que inviertan esta situación tan lamentable? ¿O es que lo vamos a dejar todo en manos de las instituciones escolares?
Toda generación más tarde o más temprano ha de plantearse la cuestión eterna de cómo movilizarse para mejorar la educación de sus jóvenes en aras del bienestar general. Nuestra movilización... ¿con qué actuaciones CONCRETAS la conseguimos? ¿Seguimos escuchando las enseñanzas de la ínclita y doctísima Belén Esteban?
Ya sabemos las causas del mal, sí, pero ¿cómo actuaremos para aliviarlo?

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