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Mostrando entradas de enero, 2016

EL LANZADOR DE INVECTIVAS

         Las pepitas de melona en verano o de calabaza en invierno no consentía Salustiano que nadie de su familia las dejase abandonadas en el fregadero, ya que él era el encargado de dicho negociado y, además, una persona escrupulosamente cumplidora y exigente.    Ya jubilado, se dedicaba a su entretenimiento preferido: lanzar a la calle invectivas en verso.    ¿Que había un botellón cantarín a altas horas de la noche debajo de su ventana? Allá que iba lanzada una invectiva de papel:   Por descanso vecinal no beban ni chillen tanto, que sin tanto molestar se pasan mejores ratos.      ¿Que pasaba el camión de la basura con un ruido atronador? Pues otra invectiva que te crio:   ¿Por qué no inventan, señores, un camión que no despierte, que deje dormir al mundo, que no asuste al tío Vicente?      Eran quejas simpáticas, obsequiosas, nunca desairadas, gestos de paz de un hombre bueno. * * * * * *      Un día, próxima ya la

RUINAS (Microrrelato)

   Aquel hombre enjuto y con ojeras, agobiado por el peso del tiempo, ignoró, en el preciso instante en que colocaba una pluma ensangrentada de su canario en la boca de aquel cartón de leche vacío antes de tirarlo a la basura, que, millones de años más tarde, arqueólogos de otros mundos lograrían hallar en aquel resto de plumas la clave que les permitiría averiguar casi todos los misterios del universo, incluso los que bullían en el fondo de su alma antes de matar aquel maldito pajarraco que torturaba sus sienes, machacadas por las indecencias de sus alumnos.