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Pensamientos sobre educación (V)


¿Por qué no cobrar 50 céntimos a cada alumno que, aparte de masticar chicle, moleste en clase? El dinero sería ingresado en la cuenta de una ONG. Hace unos años estuve dando clases en un instituto de Sevilla y tuve algunos grupos de alumnos con escaso o nulo interés. Tomé por norma cobrarles 50 céntimos cada vez que mascaban chicles o chupaban caramelos en clase y al final del curso reuní unos 70 euros, que ingresé en una cuenta solidaria (fotocopié el recibo y lo pinché en todos los tablones de las clases). A esa iniciativa la llamé RUMIANTES SOLIDARIOS.

Me pregunto cuánto dinero podría recaudarse si más profesores secundaran esta iniciativa, que podría extenderse a los alumnos que interrumpen las explicaciones del profesor.

Me parece magnífica la idea del café-tertulia con los padres que propugnan algunos centros: lo que ocurre es que habría que ver cuántos padres secundarían esa medida (suele ocurrir que a esas actividades se presentan casi siempre los padres de los alumnos que no suelen tener problemas con los estudios).

Otra propuesta: ¿qué hacemos con esos alumnos a los que se les da el nombre de "objetores escolares"? ¿Por qué no organizar formalmente unas actividades específicas para ellos como, por ejemplo, ayudar a catalogar por ordenador los libros de la biblioteca? De esa manera se motivan con una actividad diferente, ayudan al instituto y salen de las clases ordinarias en las que molestan a los profesores y a los compañeros.

Creo que la figura del mediador es una buena idea, pero considero que también hay que atajar el problema antes, desde la base (INCLUSO DESDE PRIMARIA). La clave de este tema será habilitar fórmulas desde el propio sistema para dar salida a los "objetores escolares"; en definitiva, para dar a cada grupo de alumnos lo que van requiriendo desde muy temprano (en algunos casos, por mi propia experiencia lo sé, alumnos de 1º o 2º de ESO están de vuelta de todo y es ya muy difícil motivarlos).

UNA IDEA: ¿por qué no formar a estos alumnos en tareas de mantenimiento de los propios institutos: pintura, electricidad, etc? Esas tareas se hacen en algunas contadas ocasiones, pero sería necesario que se convirtieran éstas en actividades formales establecidas mediante un proyecto educativo en el propio centro escolar. Un título educativo podría servirles a estos alumnos para tener alguna puerta abierta al final de su escolaridad básica.

La clave está en encontrar la utilidad que cada piedra requiere. En otros países más avanzados en estas cuestiones (en Alemania, por ejemplo), el hecho de clasificar a los alumnos para que estén en el grupo DE LOS QUE VAN A SEGUIR ESTUDIANDO o en el de los que PRONTO QUIEREN TRABAJAR es una tarea que se hace desde la Enseñanza Primaria. Esa medida evitaría aquí en España el grave problema de los objetores escolares a los que el sistema, hoy por hoy, no sabe dar respuesta. Es una medida necesaria que demandan los enseñantes de los legisladores y que no supone ninguna discriminación (hoy en día el alumno discriminado es el alumno que quiere estudiar en medio de un clima de trabajo inexistente). El secreto está en diversificar el currículo, los contenidos de la enseñanza, desde muy temprana edad.

Creo que no deberíamos emplear expresiones como "dictaminar" o "no dar oportunidades" al referirnos al asunto de la diversificación de los contenidos a los alumnos en función de sus potencialidades e intereses. Pienso que el hecho de que un alumno se integre pronto (cuanto antes sea posible) en el grupo DE LOS QUE VAN A SEGUIR ESTUDIANDO o en el de los que PRONTO QUIEREN TRABAJAR no significa una pérdida de oportunidades ni un dictamen apresurado sobre su futuro académico o profesional. El título sería el mismo para los alumnos de un grupo como para los del otro (hoy sucede lo mismo con los alumnos de 4º de ESO que cursan la Diversificación Curricular).

La LOE establece en 3º de ESO un currículo diversificado para alumnos con dificultades en el estudio, pero yo voy más allá: creo poco en la enseñanza personalizada y pienso que una de las claves de la mejora del sistema (al menos en Secundaria, que es donde doy clases) está en los agrupamientos de los alumnos en función de sus capacidades, sin que ello suponga una merma en el rendimiento que se espera de ellos (diferente en ambos casos).
De esa manera el currículo sería más flexible y adaptado a la realidad de las aulas y se establecería pronto la separación entre dichos grupos de alumnos, hecho que considero supondría una mejora del actual sistema, el cual no favorece ni a unos ni a otros.

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