Quien pide calma y tranquilidad a los demás es a veces quien más carece de ellas; en ese caso las pide a los demás porque antes que nada lo hace para sí mismo. Que todos las consigan o no es otro tema.
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En la lectura cansina de algunos libros descubre uno que muchas veces los ejercicios de estilo enmascaran o disfrazan la ausencia de contenido.
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A veces se publican obras de autores desconocidos -inéditos en vida- a las que el paso del tiempo les ha terminado concediendo el mérito de la edición. ¡Qué pobre es la suerte del autor incomprendido, al que sólo la muerte podrá conceder la gracia de que perdure por más tiempo su nombre! Pues vaya gracia...
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Debe usted saber si está preparado para contestar correctamente a la siguiente pregunta: ¿Podría aceptar, no sin disgusto, que la vida se le puede ir mañana mismo? Si su respuesta es SÍ, enhorabuena: ha alcanzado usted la paz necesaria para afrontar las adversidades connaturales a la existencia.
Sin embargo, de ser NO su respuesta, siga buscando el SÍ hasta que termine hallándolo en su mente. ¡Ánimo!, el camino es largo y en él estamos la mayoría.
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