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Un poema es una lágrima de tinta vertida sobre el papel en blanco de las horas.

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Algunos historiadores han acometido la ingente tarea de contar el enorme número de asesinatos, violaciones, atentados, suicidios, depresiones y demás horrores provocados por el comunismo y el fascismo a lo largo del siglo XX.
Cuando sea finalmente completada la lista, ¿alguien hará lo propio con las víctimas del mundo globalizadito actual, habitantes de los extrarradios miserables de este mundo extraño, esclavos opulentos rodeados del vacío del tener y no ser?

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He perdido un cuaderno con algunas máximas que no puedo recordar, igual que otras veces he perdido la oportunidad de desarrollar ideas fugaces que, igual que han llenado de luz mi cabeza en la madrugada, la han dejado luego a oscuras. Sólo espero que si alguien lo encuentra pueda reconocer algunas ideas suyas en mis palabras. Es mi único consuelo.
De todas maneras, no hay que mirar atrás hacia lo que no ha de volver. La vida y la escritura corren por caminos paralelos hacia delante siempre. Con la escritura de este texto suplo en parte la pérdida de esos otros que no han de volver.

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