¿Qué significa hoy ser de un sitio o de otro? En la era de la globalización y de las empresas multinacionales, ¿qué supone ser de este barrio o del de más allá? Cuando se borran las diferencias entre provincias, regiones y naciones, cuando las series de televisión españolas calcan el formato de las norteamericanas, cuando solo pequeños datos insignificantes dan cohesión a un determinado país (véase idioma, equipo nacional de fútbol y poco más) y el espacio global es el de la red de redes, los localismos quedan cada vez más como un pequeño reducto de la concepción romántica de la palabra nación.
¿Ventajas, si hay alguna, de esa globalización? Pues el reducir al ridículo ideas caducas basadas en atribuir la felicidad máxima a tener un territorio, una lengua, una bandera y un himno gigante y extraño que sean superiores a los de otro cercano espacio opresor, odiado por una antigua historia de enfrentamientos, la cual es a menudo exagerada cuando no directamente inventada. Pienso en esos nacionalismos excluyentes que se destacan por su fanatismo lingüístico y su intolerancia y obcecación con respecto a todo lo que no entre en su limitada visión de embudo estrecho. ¿Ejemplos varios? : añádalos el lector a su gusto. Hay muchos.
¿Inconvenientes? Sí, el otro extremo: el reducir todos los espacios diferentes a uno solo, todos los pensamientos a uno único, a una todas las lenguas. El peligro de anular la diferencia bien entendida y no manipulada, de considerar como único y verdadero lo que diga la sacrosanta caja tonta y su hija, la red de redes de Internet (¿por qué no Interred?). La amenaza de ver en estos medios el único espacio posible, el único foro de esta sociedad enferma de tedio y de crematolatría.
Tanto el nacionalismo de boina y bastón como la globalización reducen el mundo a un espacio cerrado que no admite el gris entre dos únicos colores: blanco o negro. Reducen la esencia del ser humano a la posesión de un determinado mapa genético o a la ausencia de neuronas.
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Un abrazo, manteneó