1. Cuentan que un día llegó una mujer al cementerio (parte superior). Llevaba un bolso que ocultaba un bote con las cenizas de su marido y de su único hijo, muertos en accidente. Al llegar a la tumba de sus padres, abrió el bote, esparció las cenizas alrededor, sacó una pistola y se disparó en la sien.
Cerró el ciclo de su vida.
2. Cuentan que X no quería ser incinerado pero lo fue. X había sido forofo de un club de fútbol en vida y su hijo, después de muerto, lo continuaba llevando al campo y cuando marcaba alguien un gol con la pierna, el culo o incluso la mano, que para el caso es lo mismo, su hijo levantaba el bote y su padre y él hacían la ola.
3. Final surrealista/formalista/onírico: Lo asesinaron. Cayó su sangre sobre el campo santo convirtiéndose en rosas que se abrían. Los pétalos rojos llovían hacia el cielo. La sangre se desparramaba en flores, en aire, en delicia de instante sublime, mientras su cadáver exquisito aún no caía al suelo, a la madre tierra, inmortalizada su caída en forma de estatua de carne, como la del alcanzado por el rayo en los avisos de peligro de descarga eléctrica. Antes de morir la vida daba toda círculos en derredor de su fuente de líquido rojo, de su rosal florido, que empezaba ya a mojar las calaveras de los de abajo.
¡Oh, la inmarcesible y serena belleza de lo trágico!
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