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Sin embargo, en mí hay un escritor que ahoga a veces al lector, o viceversa, y cada uno tiene sus gustos diferentes: como lector me gusta conocer la literatura o los autores del No (alternando su lectura con la de autores del Sí: No-Sí-No..., esto parece el deshojar de la margarita); en cambio, como escritor debo decir Sí a la escritura, aunque sea un Sí agónico, febril, amargado en ocasiones.
De todas formas, estos escritos sin cuerpo ni esencia creo que son ya impublicables, por lo que ¿qué más da repetir una y otra vez mis obsesiones y amarguras? Quizás en mi escritura del Sí se oculte una literatura del No en algún secreto recoveco: es un Sí a escribir páginas y páginas que sé No se van a editar jamás.
Creo que Si repito la frase anterior mil veces, seguro que No me publican esto nunca jamás de los jamases de los jamases de los jamases de los jamases de los jamases de los jamases de los jamases de los jamases de los jamases de los jamases de los jamases de los jamases de los jamases de los jamases de los jamases de los jamases de los jamases de los jamases de los jamases de los jamases de los jamases... (por favor, que se ponga en contacto conmigo el lector con anhelo de infinitud que haya leído todo este párrafo; ¡ah!, ¿es usted? Gracias).
Este es el conflicto de todo escritor: la lucha entre la renuncia a la expresión absoluta en perjuicio de su libertad y el rechazo a someterse a las ataduras del mercado (abominable palabra) de las editoriales.
Comentarios
Un abrazo mercuruial.
estan de más los códigos de barras, parecen las rejas de la cárcel de una editorial.
Un abrazo