Ir al contenido principal

¿Y la Literatura como tema? Pero, ¿qué tipo de literatura? No hablemos de esa literatura adocenada y barata que entra en la mercadotecnia y el mercantilismo más mercantilista. No existe una cosa más triste que un libro con un código de barras en la contraportada, etiquetado igual que otro producto más del híper, en la misma cesta de las alitas de pollo o del papel higiénico. Abomino de una literatura únicamente atenta, desde su propia naturaleza, a las leyes del mercado, al marketing y a la venta al por mayor, rechazo el premio-patraña y la imagen literaria del escritor bohemio, falsa careta que esconde una cuenta corriente inflada de millones. Adoro, en cambio, la que Vila-Matas (Enrique Vila-Matas: Bartleby y compañía; Anagrama, Colección Narrativas hispánicas, Barcelona, 2000) denomina “literatura del No”, la de la renuncia a las falsas apariencias literarias o vividas, el no del creador que considera que el silencio de la escritura es una opción mucho más coherente y menos desgarradora que la condena de la escritura. ¿Cómo responder a una sociedad que me anula? Pues sencillamente anulando mi respuesta a esa sociedad, con lo que ésta queda por debajo.

Sin embargo, en mí hay un escritor que ahoga a veces al lector, o viceversa, y cada uno tiene sus gustos diferentes: como lector me gusta conocer la literatura o los autores del No (alternando su lectura con la de autores del Sí: No-Sí-No..., esto parece el deshojar de la margarita); en cambio, como escritor debo decir Sí a la escritura, aunque sea un Sí agónico, febril, amargado en ocasiones.

De todas formas, estos escritos sin cuerpo ni esencia creo que son ya impublicables, por lo que ¿qué más da repetir una y otra vez mis obsesiones y amarguras? Quizás en mi escritura del Sí se oculte una literatura del No en algún secreto recoveco: es un Sí a escribir páginas y páginas que sé No se van a editar jamás.

Creo que Si repito la frase anterior mil veces, seguro que No me publican esto nunca jamás de los jamases de los jamases de los jamases de los jamases de los jamases de los jamases de los jamases de los jamases de los jamases de los jamases de los jamases de los jamases de los jamases de los jamases de los jamases de los jamases de los jamases de los jamases de los jamases de los jamases de los jamases... (por favor, que se ponga en contacto conmigo el lector con anhelo de infinitud que haya leído todo este párrafo; ¡ah!, ¿es usted? Gracias).

Este es el conflicto de todo escritor: la lucha entre la renuncia a la expresión absoluta en perjuicio de su libertad y el rechazo a someterse a las ataduras del mercado (abominable palabra) de las editoriales.

Comentarios

Libros con códigos de barras, ay, qué pena.
Un abrazo mercuruial.
Jesús Cotta Lobato ha dicho que…
Yo creo que lo importante es que lo que uno escriba sea bueno, tenga o no códigos de barras, diga sí o diga no. Un abrazo, amigo.
Unknown ha dicho que…
Pienso que para escribir hace falta papel, lápiz o pluma, y ganas.

estan de más los códigos de barras, parecen las rejas de la cárcel de una editorial.


Un abrazo

Entradas populares de este blog

EL CALLEJÓN SIN SALIDA DE LA EDUCACIÓN

A mi compañero y amigo Paul Pongitore Soy profesor de enseñanza secundaria desde el año 1998. Empecé entonces como interino y dos años después me convertí en funcionario de carrera docente. He paseado mis libros por bastantes institutos de Andalucía. Creo que estos son avales de cierta experiencia en el terreno educativo para poder hablar de él. Como muchos de mis compañeros, he ido observando el paulatino deterioro de las condiciones de trabajo de los profesores en los centros educativos. Podría hablar largo y tendido de las exigencias cada vez más estresantes de una legislación educativa de lenguaje críptico fruto del buenismo más adocenado (cuyo último invento es el asunto de los criterios de evaluación); de la actitud de rechazo de parte de la sociedad a la labor y la autoridad de los profesores; quizás también podría hablar por extenso de nuestro intenso y pírrico esfuerzo, tan poco valorado por parte de la sociedad, que insiste en criticarnos por nuestras largas vacacion

FOTOGRAFÍAS ANTIGUAS DE LA SEMANA SANTA DE SEVILLA

    DENEGACIÓN Y AUSENCIA DE LA HISTORIA   La Semana Santa no había existido nunca. Es cierto que se celebró otros años. Pero auténtica existencia no tiene hasta este Domingo de Ramos. Las otras Semanas Santas pertenecen a la Historia, es decir, al recuerdo. Y toda memoria se va, desaparece con su cauda de tiempos y acontecimientos, ante el hecho sencillo de salir los nazarenos a la calle. La Semana Santa surge en resurrección de milagro, que olvidan referencias y avatares. Por eso la Semana Santa es incapaz de filosofía e historia. En estos días no se razona. Se siente nada más. Se vive y no se recuerda. La Semana Santa no ha existido hasta ahora mismo. Queda lejana toda cuestión previa. Inútil buscarle raíces teológicas o tubérculos históricos. Nace la Semana Santa en sí, para sí y por sí. Es autóctona, autónoma y automática. Nace y crece como una planta. Dura siete días y en este tiempo germina, levanta el tallo, florece, fructifica y grana. Acaba finalmente cuando el

¿POR QUÉ NO SE CALLAN LOS ALUMNOS DE HOY?

       Querido lector:     Cuando me preguntan algunos amigos por mi agotador trabajo de profesor, siempre terminamos hablando del mismo asunto: de la cháchara interminable de muchos alumnos que sucede una y otra vez mientras el profesor está explicando.     En mi época de estudiante esto no sucedía porque simplemente te buscabas un problema si osabas interrumpir al profesor con tu charla. Entonces funcionaba aún la fórmula del jarabe de palo, por lo que los alumnos -temerosos del regletazo - nos esforzábamos en portarnos bien, estudiar y hacer las tareas.     Era aquél un sistema en el que la autoridad del maestro o del profesor era incontestable y en el que la sociedad entera podía aplicar sobre ti la autoridad. Incluso cualquier señor desconocido podía tirarte de las patillas en plena calle si veía que estabas haciendo el gamberro.     Si tus padres se enteraban encima de que habías fallado en el colegio o en la calle, caía sobr