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Seguimos con el tema de los bancos: el otro día fui a uno de estos templos donde se rinde culto al becerro de oro. Me recibe el interventor muy amablemente y me explica, después de resolver el asunto que me llevó allí, que me conviene apuntarme a unos servicios que tiene el banco en Internet, y ante tanta amabilidad no dudo en hacerlo. Las claves de acceso que me pedían eran los nombres de los abuelos del cliente, y mientras le daba la información requerida me comentó que muchos clientes no eran capaces de recordarlos. Me quedé asombrado: ¿cómo el personal no recuerda el nombre de sus abuelos?

Ese día estuve dándole vueltas a este asunto, que me pareció muy significativo. Concluí que la gente está perdiendo los vínculos con el pasado, con la memoria. Solo se vive el presente más radical: aquí y ahora; no hay nada hacia atrás ni nada hacia delante. No somos ya producto de nadie, somos seres autónomos que viven y trabajan sin pensar en procedencia o trascendencia alguna. ¿Somos entonces mera existencia, sin la esencia de la memoria?

El azul de primavera del cielo de aquel día se me antojó de una frialdad indescriptible.

♣ He encontrado un resto fósil del tratamiento de respeto usted. En los estadillos de banco aparece aún el posesivo su en lugar de tu, pero se aplica a un objeto extraño: “su respetada cuenta”. O sea, que el estimado o respetado no soy yo, sino mi cuenta corriente. Cuanto menos, curioso.

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