Las
palabras llegaron a ti desde muy lejos, por océanos, por tierras
remotas, por ríos profundos, a través de rutas antiguas o de cables
submarinos, a caballo, en barco, en camello, en aviones...
Las
palabras llegaban en paquetes y tú abrías con delectación tus
puertas a ellas, adornado con el mejor de tus brillantes vestidos de
fiesta.
Pero
todo aquello se convirtió en humo. Saliste ardiendo una tarde en que
un actor declamaba en tu interior antiguos versos de origen griego.
Todos huyeron.
De
ti sólo quedó una placa ennegrecida (TEATRO...) y una lámpara de
araña gigantesca que terminó en manos de un buhonero.
Pero
la vida es curiosa y en cada vuelta al sol la Tierra vuelve a nacer:
el hijo del buhonero conservó la historia de tu vida, querido
teatro, la engrandeció, añadió páginas de su invención y,
pasados los años, concibió la idea de fundar un nuevo escenario que
acogiese de nuevo las palabras, errantes palabras, que acudieron de
nuevo a ti, presurosas, a plantar su verdad en el camino.
Y
por fin aquella vieja placa vuelve a brillar de nuevo en la entrada
al TEATRO DE LOS SUEÑOS.
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