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LA CRISIS DE LA LECTURA






    La cultura, en el sentido que tradicionalmente se ha dado a este vocablo, está en nuestros días a punto de desaparecer.

    Mario Vargas Llosa: La civilización del espectáculo; Madrid, editorial Anagrama, 2012.


A mi amigo Paco

    Hace poco, en una de nuestras tertulias literarias de tren, mi amigo y compañero Paco García, profesor de Historia y amante voraz de la lectura, a quien dedico con cariño este texto, me comentó que él se proponía leer alguna vez el libro de Carlos García Gual titulado Las primeras novelas: desde las griegas y las latinas hasta la Edad Media (Gredos, 2008), en el que dicho autor hace un estudio de todas las novelas del mundo clásico. Al mismo tiempo, me dijo mi amigo que iría alternando la lectura de dicho libro con la de todas las novelas clásicas mencionadas en él.
    Esta conversación nos llevó a los dos a la misma conclusión: el concepto tradicional de lector está cambiando a pasos agigantados.
    Las notas dominantes de la lectura en estos tiempos de hoy tan apresurados son la brevedad, la concisión, el texto elaborado entre muchos y la plasmación inmediata del instante vivido (véase el caso, por ejemplo, de los mensajes de Twitter). Otro rasgo de muchos de los textos que leemos en la actualidad es el hecho de que en ellos prima el ocio por encima de cualquier otra intención (como en los memes -imágenes graciosas muchas veces acompañadas de textos breves- que circulan por los móviles que tienen la aplicación de mensajería gratuita denominada WhatsApp).
    Para muchos leer hoy una novela de Benito Pérez Galdós es tarea ardua, y no digamos ya iniciar la empresa de investigación lectora de la que me habló Paco. Hemos perdido la paciencia para afrontar dichos retos, considerados cada vez más difíciles.
    En mi época de bachiller todos los alumnos leímos la primera parte completa de El Quijote, el texto completo sin modernizar. ¿Se atrevería hoy un profesor de secundaria a mandar leer a sus alumnos el mismo texto? La respuesta es un rotundo No. ¿Pero es que los alumnos de hoy son menos listos que los de antes? Yo creo que simplemente son menos pacientes porque la sociedad lo es en general.
    Opino que, en el fondo, a pesar de que los índices de analfabetismo son hoy más bajos que nunca, la verdadera lectura, la que lleva a un conocimiento profundo de la realidad y del corazón del ser humano, sigue siendo tarea sólo para unos elegidos, para una minoría.
    En el número de este mes de la revista de libros Mercurio, disponible gratuitamente en muchas librerías, el escritor argentino Rodrigo Fresán se queja de que muchos escritores actuales se ocupan más de contar que de escribir. Esto es, que les preocupa más lo que cuentan que cómo lo cuentan, más el fondo que la forma, más el contenido que la expresión.
    Esa idea creo que tiene aplicación también a muchos lectores. Hay un público muy amplio de lectores que disfruta leyendo historias de todo tipo sin darle mucha importancia al estilo con que están escritas o a la capacidad de esas historias para alimentar su espíritu.
    Hoy se escribe y se lee (y se publica) más que nunca antes en la Historia, pero la verdadera Literatura con mayúsculas, la cual requiere demorarse en el estilo (y para ello desarrollar una paciencia que parece imposible en estos tiempos en los que queremos estar en todos lados), sólo la puede apreciar la minoría de la que hablamos antes.
    Por ejemplo: ¿hay muchos lectores que se pregunten qué tipo de libro necesitan en cada momento concreto de sus vidas? ¿Se preguntan muchos si les alimenta más leer libros de caballerías o crónicas de Indias? ¿Si necesitan releer aquel libro que tanto los emocionó cuando eran jóvenes? ¿Si puede aportarles algo un autor del pasado totalmente desconocido ahora?
    Toda lectura es siempre una investigación. Unos libros deben llevar a otros libros y unos autores a otros autores.
    Esa investigación es una ruta personal, guiada a veces por personas que tienen la misma pasión, pero es un camino que uno en definitiva debe andar solo a partir de determinada edad.
    En este asunto se observan muchos comportamientos gregarios: la gente lee un libro a veces porque el resto del mundo lo lee y punto. No se plantean otra cosa que el hecho de que ese libro está de moda, y lo consumen igual que un pañuelo de papel cuando están resfriados (de hecho, se habla de libros kleenex). Ése es el caso de Cincuenta sombras de Grey, por poner el ejemplo de un libro muy leído en los últimos tiempos gracias a una campaña publicitaria arrolladora. ¿Seguirán hablando sus lectores de él dentro de treinta o cien años? Seguro que no, pero de El Quijote de Cervantes se seguirá hablando durante muchos siglos.
    ¿Por qué? Porque es un clásico, o sea, que es obra digna de ser enseñada en clase, pues sigue aportando al lector de cada época unos valores humanos que forman parte de la tradición de las mejores obras literarias. Éstas son las que, desde una perspectiva cultural de excelencia, nos siguen conmoviendo y haciendo reflexionar, aunque haya pasado una eternidad desde que fueron escritas.

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