Mi caballo se saltó
las tapias de tu corral;
entró gordo y salió flaco:
no le echaste la ceba[d]a.
Artillerito,
tira la bomba
y al caballito
dale que corra,
leré,leré...
Canción tradicional de Villanueva de los Castillejos (Huelva)
A la memoria de Manuel López Bandera
Una de las labores de las que más me he sentido orgulloso fue la tarea
de colector de romances en varios pueblos del Andévalo onubense en unos
días de Pascua de Resurrección de hace ya bastantes años.
La expedición, comandada por los profesores Pedro Piñero, Enrique
Baltanás y Antonio José Pérez Castellano (de la Fundación Machado de
Sevilla), estaba formada por alumnos de Doctorado españoles y alemanes.
Yo andaba entonces intentando producir una tesis doctoral que
explicara las relaciones entre la lírica tradicional y los romances,
aunque con el tiempo terminaría abandonando dicha labor.
Nuestra base de operaciones estaba en Villanueva de los Castillejos.
Desde allí nos desplazamos en varios grupos a pueblos cercanos (Tharsis,
Alosno, Paymogo, San Bartolomé de la Torre, Cumbres de Enmedio...) en
busca del patrimonio oral de dichas localidades.
En otra
ocasión mi mujer (entonces novia) y yo hicimos la encuesta oral en Zufre
con ayuda de nuestros amigos Carlos, Cristina y Gonzalo. También
recuerdo que estuve en Santa Olalla del Cala y en Cala, ambos pueblos en
la frontera con Badajoz.
A veces teníamos previamente
localizada a una persona de contacto que nos facilitaba la labor de
búsqueda. Otras veces, sin embargo, teníamos que buscar mucho hasta
encontrar a un buen informante.
Recuerdo que en un pueblo todos los habitantes tenían motes, por lo cual la cuestión se complicó aún más.
Una vez nos dieron la pista de una mujer que había cantado muy bien en
una excursión, pero cuando llegamos a la casa indicada nos encontramos
con una señora vestida de luto riguroso que se molestó mucho por el
hecho de que hubiesen pensado en ella como una cantante, cuando era
sabido en el pueblo que ella no cantaba desde que su hijo se ahogó en el
pantano treinta años atrás.
Buscábamos sobre todo a
mujeres mayores que hubiesen pasado gran parte de su vida trabajando en
el campo, ya que en ese ambiente (ajeno a influencias como la radio) era
muy probable que hubiesen estado en contacto con los romances, poesías
orales tradicionales de larga tradición en nuestra literatura.
La gente fue en general muy amable con nosotros. Algunos nos preguntaban si formábamos parte de un conjunto, o sea, de una banda que quisiera recoger esas canciones para incluirlas en su repertorio.
La gente fue en general muy amable con nosotros. Algunos nos preguntaban si formábamos parte de un conjunto, o sea, de una banda que quisiera recoger esas canciones para incluirlas en su repertorio.
Muchos nos abrían sus casas y, una vez dentro, con la grabadora
delante (la cual infundía un respeto reverencial a muchos de ellos) les
íbamos preguntando si conocían diferentes romances. Nosotros
preguntábamos el principio (los dos primeros versos) para dar pie a que
el informante siguiera cantando.
En aquellas encuestas
encontramos romances, pero también poesía tradicional, coplas, tangos,
palos flamencos, canciones de Carnaval...
Allí mismo
rellenábamos una ficha con los datos esenciales de la grabación (lugar
de recogida, nombre y edad del informante, equipo de colectores que
recogían el romance, fecha de la grabación y datos de métrica y rima).
Una
vez, en un pueblo de la sierra de Huelva, una señora amablemente nos
hizo pasar a su salón y empezó a responder a nuestras preguntas cuando
de pronto apareció su marido, un señor mayor cortante y desabrido que
protestó por la intromisión de aquellos universitarios en su sacrosanto
hogar, aunque ella (acostumbrada a torearlo) nos dejó hacer el trabajo.
En San Bartolomé de la Torre, el primer pueblo al que fuimos, recuerdo
que una amable señora nos cantó maravillosamente una retahíla, a pesar
de que nos confesó que hacía décadas que no la cantaba completa. Aquella
pervivencia en la memoria de un texto tan complejo me impresionó.
Cuando nos despedíamos, muchos informantes, con los ojos húmedos de emoción, se lamentaban de no poder recordar más canciones. "Seguro que mañana me acordaré de más", decían muchos de ellos incitándonos así a volver al día siguiente.
En Cumbres de Enmedio, un pequeño pueblecito de apenas tres calles, dimos con un anciano que nos contó su vida, llena de lutos permanentes por la muerte de varios familiares. Una vida así no podía haber sido acompañada de cantes, por lo que no nos dejó ninguna canción. De todas maneras, no quedó ningún testimonio físico de aquella conversación, pues debido a un fallo técnico no fue grabada en la cinta.
El resultado de aquel trabajo pasó a formar parte del Romancero de la provincia de Huelva, que fue publicado en 2004 por la Diputación Provincial de Huelva y la Fundación Machado.
Pienso que el patrimonio de la literatura oral tradicional no está suficientemente valorado.
Por ejemplo, en los institutos se estudian los romances como textos del pasado, pero no se enseña su pervivencia actual. No se les ofrece, por ejemplo, a los alumnos la oportunidad de realizar encuestas de literatura tradicional.
En éste, como en otros asuntos relacionados, se nota la indiferencia de la sociedad hacia los ancianos y hacia toda la cultura que atesoran.
En un mundo tan globalizado como el nuestro, olvidamos las diferencias culturales en aras del supuesto progreso del pensamiento único.
A los ancianos se los trata como a niños incapaces que son objeto de risas, cuando la riqueza de su experiencia es un valor que debería ser ensalzado.
Agonizando en medio de un panorama de pensamiento único dictado por los insufribles canales de televisión de hoy, la literatura tradicional aún subsiste en la memoria de cada vez menos personas como testimonio del mundo de ayer.
De nosotros depende que pueda recuperarse una mínima parte de su pasado esplendor, aunque, por desgracia, puede que mañana ya no haya nadie que se acuerde de ningún romance ni nadie que se moleste en recopilarlos.
Cuando nos despedíamos, muchos informantes, con los ojos húmedos de emoción, se lamentaban de no poder recordar más canciones. "Seguro que mañana me acordaré de más", decían muchos de ellos incitándonos así a volver al día siguiente.
En Cumbres de Enmedio, un pequeño pueblecito de apenas tres calles, dimos con un anciano que nos contó su vida, llena de lutos permanentes por la muerte de varios familiares. Una vida así no podía haber sido acompañada de cantes, por lo que no nos dejó ninguna canción. De todas maneras, no quedó ningún testimonio físico de aquella conversación, pues debido a un fallo técnico no fue grabada en la cinta.
El resultado de aquel trabajo pasó a formar parte del Romancero de la provincia de Huelva, que fue publicado en 2004 por la Diputación Provincial de Huelva y la Fundación Machado.
Pienso que el patrimonio de la literatura oral tradicional no está suficientemente valorado.
Por ejemplo, en los institutos se estudian los romances como textos del pasado, pero no se enseña su pervivencia actual. No se les ofrece, por ejemplo, a los alumnos la oportunidad de realizar encuestas de literatura tradicional.
En éste, como en otros asuntos relacionados, se nota la indiferencia de la sociedad hacia los ancianos y hacia toda la cultura que atesoran.
En un mundo tan globalizado como el nuestro, olvidamos las diferencias culturales en aras del supuesto progreso del pensamiento único.
A los ancianos se los trata como a niños incapaces que son objeto de risas, cuando la riqueza de su experiencia es un valor que debería ser ensalzado.
Agonizando en medio de un panorama de pensamiento único dictado por los insufribles canales de televisión de hoy, la literatura tradicional aún subsiste en la memoria de cada vez menos personas como testimonio del mundo de ayer.
De nosotros depende que pueda recuperarse una mínima parte de su pasado esplendor, aunque, por desgracia, puede que mañana ya no haya nadie que se acuerde de ningún romance ni nadie que se moleste en recopilarlos.
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