Ir al contenido principal

DEPORTES DE RIESGO




    Querido lector:

    Me pregunto por qué motivo ahora al final de cada telediario nos echan siempre imágenes de señores intrépidos que se lanzan en paracaídas desde lo alto de una cornisa o a tumba abierta en bicicleta de montaña por una escarpada ladera o en sus esquís desde la nevada pingorota de un pico inaccesible salvo si es en helicóptero.
    ¿Es que acaso Televisión Española quiere promover estos deportes de riesgo entre sus televidentes? ¿Tanto quiere que nos convirtamos en protagonistas de noticias luctuosas?
    ¿Debemos, pues, dejar nuestro deporte favorito, el zapping, para emular a estos héroes arrojados de nuestro tiempo?
    El otro día la sección de “Deportes de riesgo” anunció que le habían dado un premio a un señor que se había tirado con sus esquís, ayudado de un helicóptero, desde una cumbre nevada. El hombre pegó un pellejazo que todavía le está doliendo pero, inaccesible al desaliento, una vez caído tuvo los santos congojos de decirse: “Ya que he llegado hasta aquí, ¿por qué no me tiro otra vez?”.
    Y se tiró y, por suerte, esa segunda vez le salió bien. El premio seguramente lo habrá colocado encima del televisor apagado de su casa cerrada, ya que dicho individuo seguramente esté ya camino de otra cima desde la que tirarse cual cabra montés.
    Y es que ya se sabe que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra.
    Aquella noticia me llevó a la reflexión de que muchos viven hoy sedientos de aventuras y deseosos de llevar sus cuerpos hasta límites insospechados.
    Lo que muchas veces no cuentan los periodistas de Televisión Española es que dichos deportistas arriesgados se dejan en ocasiones una pierna o, peor, la vida en el intento de forzar sus límites.
    Y eso yo creo que es fruto de una soberana estupidez.
    Por desgracia, hemos pasado de épocas en las que lo que se admiraba era el silencio, la cultura, el conocimiento, los libros... a otra en la que cualquier indocumentado sin dos dedos de frente logra la fama asumiendo el riesgo de partirse la crisma en su intento de ser reconocido.
    Luego sí, queda todo muy bonito: esos vídeos con las imágenes tomadas desde la cámara del casco y una musiquita de piano de fondo, pero la crisma se la parte el tío, pasando así a los anales de la estupidez humana.
    Pues yo, señor lector, ¿qué quiere que le diga? Yo prefiero explorar las vastas extensiones del desierto del alma meditando, charlando, leyendo o empapándome de imágenes serenas antes que ver cómo estos sujetos buscan renombre a base de jugar con el peligro.
    Los deportes de riesgo son el símbolo perfecto de nuestra época, la perfecta imagen de una sociedad que busca constantemente sensaciones nuevas y cada vez más fuertes, igual que un drogadicto busca dosis de droga cada vez más concentradas porque se ha ido acostumbrando su cuerpo a otras más bajas.
    Olvidamos entonces que las mejores y mayores sensaciones las podemos descubrir en nuestro interior, y no en carrera acelerada y peligrosa entre pinos contra los que podemos chocar y hacernos picadillo.
    A mí, desde luego, no me van a convencer ya de que me tire de ninguna cornisa. Ni harto de vino.

Comentarios

Dyhego ha dicho que…
¡Hay gente "pa tó"!

Entradas populares de este blog

EL CALLEJÓN SIN SALIDA DE LA EDUCACIÓN

A mi compañero y amigo Paul Pongitore Soy profesor de enseñanza secundaria desde el año 1998. Empecé entonces como interino y dos años después me convertí en funcionario de carrera docente. He paseado mis libros por bastantes institutos de Andalucía. Creo que estos son avales de cierta experiencia en el terreno educativo para poder hablar de él. Como muchos de mis compañeros, he ido observando el paulatino deterioro de las condiciones de trabajo de los profesores en los centros educativos. Podría hablar largo y tendido de las exigencias cada vez más estresantes de una legislación educativa de lenguaje críptico fruto del buenismo más adocenado (cuyo último invento es el asunto de los criterios de evaluación); de la actitud de rechazo de parte de la sociedad a la labor y la autoridad de los profesores; quizás también podría hablar por extenso de nuestro intenso y pírrico esfuerzo, tan poco valorado por parte de la sociedad, que insiste en criticarnos por nuestras largas vacacion

FOTOGRAFÍAS ANTIGUAS DE LA SEMANA SANTA DE SEVILLA

    DENEGACIÓN Y AUSENCIA DE LA HISTORIA   La Semana Santa no había existido nunca. Es cierto que se celebró otros años. Pero auténtica existencia no tiene hasta este Domingo de Ramos. Las otras Semanas Santas pertenecen a la Historia, es decir, al recuerdo. Y toda memoria se va, desaparece con su cauda de tiempos y acontecimientos, ante el hecho sencillo de salir los nazarenos a la calle. La Semana Santa surge en resurrección de milagro, que olvidan referencias y avatares. Por eso la Semana Santa es incapaz de filosofía e historia. En estos días no se razona. Se siente nada más. Se vive y no se recuerda. La Semana Santa no ha existido hasta ahora mismo. Queda lejana toda cuestión previa. Inútil buscarle raíces teológicas o tubérculos históricos. Nace la Semana Santa en sí, para sí y por sí. Es autóctona, autónoma y automática. Nace y crece como una planta. Dura siete días y en este tiempo germina, levanta el tallo, florece, fructifica y grana. Acaba finalmente cuando el

¿POR QUÉ NO SE CALLAN LOS ALUMNOS DE HOY?

       Querido lector:     Cuando me preguntan algunos amigos por mi agotador trabajo de profesor, siempre terminamos hablando del mismo asunto: de la cháchara interminable de muchos alumnos que sucede una y otra vez mientras el profesor está explicando.     En mi época de estudiante esto no sucedía porque simplemente te buscabas un problema si osabas interrumpir al profesor con tu charla. Entonces funcionaba aún la fórmula del jarabe de palo, por lo que los alumnos -temerosos del regletazo - nos esforzábamos en portarnos bien, estudiar y hacer las tareas.     Era aquél un sistema en el que la autoridad del maestro o del profesor era incontestable y en el que la sociedad entera podía aplicar sobre ti la autoridad. Incluso cualquier señor desconocido podía tirarte de las patillas en plena calle si veía que estabas haciendo el gamberro.     Si tus padres se enteraban encima de que habías fallado en el colegio o en la calle, caía sobr