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LA NECESIDAD DE TOCAR(NOS)





    Querido lector:

    Quiero compartir con Vd. una anécdota personal y una reflexión:

  1. LA ANÉCDOTA PERSONAL:

    Venía yo deseando desde hace tiempo tener en casa un espacio de trabajo manual en el que poder dar salida a mi afición por el bricolaje.
    Porque ¿me puede Vd. decir, con lo pequeños que son los pisos de hoy en día, dónde puede uno tener un banco de trabajo en condiciones y sus herramientas ordenadas como Dios manda para poder cortar, limar, apuntillar, atornillar... todo tipo de objetos?
    Me dirá Vd. que ésa es una pasión muy masculina. Es cierto que a muchos hombres nos gusta (nos encanta, diría yo) transformar los objetos de nuestro mundo con el esfuerzo de nuestras manos.
    Y, por supuesto, es ésta una pasión que se hereda. Yo en mi caso la he heredado de mi abuelo Manuel, que fue mecánico de locomotoras en las viejas cocheras de Riotinto, y de mi padre, maestro en tener ordenada toda la ferretería.
    Por fin en las vacaciones de Navidad pasadas me decidí y logré meter una mesa de madera sin uso en el trastero de mi casa, nos sin antes, en un trabajo que duró cuatro horas, tener que alterar toda la disposición del mismo (libros, estanterías, armarios, bolsas de ropa...).
    Y desde entonces, poco a poco, he ido añadiendo mejoras a ese pequeño cuartillo mío, que es ya, como diría Gollum, el famoso personaje de El Señor de los Anillos, «mi tessooorooo».
    Hace unos días me dediqué a ir metiendo, ordenada en vasos de potitos infantiles ya desechados, toda la quincalla que tenía desparramada por varios lugares. Y empezó a salir todo un ejército de soldaditos de metal que ha quedado ya dispuesto a mis órdenes.
    De algunos sabía perfectamente el nombre de su regimiento: puntillas, grapas, arandelas, tuercas, tornillos de cabeza plana, tornillos de cabeza de estrella, chapas, alcayatas, arandelas... A otros, cuyo nombre desconocía, los metí en un vaso con la etiqueta de “RAROS”.
    Y mientras me empeñaba en aquella tarea iba yo meditando, cavilando, sobre aquel trabajo manual que yo desempeñaba y aquí viene entonces la

    2) REFLEXIÓN (el autor medita sobre la necesidad de tocar mientras ordena sus soldaditos de metal):

    «Uno de los problemas de nuestra época es que hemos perdido el contacto con la realidad de las cosas (o con las cosas de la realidad).
    »Andamos o, más bien, corremos en pos de entes etéreos que están en el vacío (contraseñas de Internet, archivos PDF, memes “grasssiossos” del guasa...) pero nos falta algo importante: tocar.
    »Nuestros trabajos son cada vez más mentales y menos físicos. Hay mucho tecleteo de ordenador y poco sudor.
    »También pasa que antes se componían (arreglaban) los objetos rotos, mientras que ahora se ha impuesto la cultura del usar y el tirar. ¿Cuántos paraguas rotos, por ejemplo, vemos tirados por la calle en días de lluvia?
    »Los pisos se diseñan ya para que tengan por ley en los garajes aparcamientos de bicicletas, pero nadie reserva un espacio para colocar un pequeño banco de trabajo y dos estantes donde el gen Neanderthal que todo hombre lleva dentro encuentre su válvula de escape.
    »Y lo malo es que esa ausencia de contacto físico con los objetos la trasladamos a la ausencia de contacto físico con los demás.
    »El último día de clase antes de las últimas vacaciones de Navidad, gratamente me sorprendió, por lo raro del caso, que un alumno al que estimo se acercase para ¡darme un abrazo! Es triste, sí, que estos casos no sucedan más a menudo.
    »Desde luego, hay muchos tipos de contacto físico, pero por supuesto me refiero al inocente, al fraternal y sincero, al desprendido, al que es entrega de afecto sin malicia alguna.
    »¿Qué ideas quedarán, me pregunto, de nuestro tiempo cuando los arqueólogos del futuro intenten inútilmente extraer los correos de nuestros ya inservibles servidores de correo? No sé qué quedará, pero sí lo que no quedará de nosotros: la memoria de una época afectuosa de cercanía y de contacto de almas».

    CODA:

    Sin embargo, siempre hay esperanza. Yo al menos, desde mi cuartillo, estaré dispuesto a componer o reparar, al precio de un buen apretón de manos, cualquier cacharro que tenga Vd. a bien traerme, querido amigo.

Comentarios

Dyhego ha dicho que…
Me ocurre algo similar.
Hace poco me dio por encordar una silla. La satisfacción fue exponencial al trabajo realizado (5 veces inicié el proceso).
En cuanto al segundo caso, es cierto que cada vez nos tocamos menos.

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