El psicópata eligió un mal día
para cometer el magnicidio en el instituto en el que sentía que le
habían arruinado la vida.
Por fin podía poner en práctica
las lecciones de miles de horas de videojuegos sangrientos. Lo tenía
todo comprado en el mercado negro: granadas de mano, cuchillos de
monte, lanzacohetes, fusil de asalto, pistolas...
Había calculado hasta el
nanosegundo cómo debía actuar. Igual que un animal de presa que
atacara sin piedad ni remordimientos de conciencia, debía ser
rápido, mortal, insaciable en la matanza.
Pero se le olvidó un detalle, un
minúsculo detalle que estropeó todos sus planes, minuciosamente
programados desde hacía meses: aquel día el instituto estaba
cerrado porque era el Día del Profesor.
Lo último que pensó justo antes de
que aquella bala destrozase su cerebro de malnacido fue que, de
nuevo, para su desgracia, igual que en tantas otras veces le había
ocurrido en los exámenes del pasado, los cuales había dejado en
blanco una y otra vez, se le había escapado una nueva oportunidad de
aplicarse, esta vez la última.
El rojo del borbotón de sangre puso
la nota final sobre su carne suspensa: “Insuficiente”.
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