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BUCLE DE SUEÑOS DE ESCRITOR
El viejo
escritor soñó aquella noche que escribía que soñaba que escribía
que soñaba que escribía que soñaba que escribía.
Al final
del cuarto sueño, empezó a escribir que dejaba de soñar que
escribía que dejaba de soñar que escribía que dejaba de soñar que
escribía que él, joven escritor, dejaba de soñar.
Por
último, al término de aquellas idas y venidas por las galerías del
tiempo, acabados sus sueños de escritor, el hombre tuvo la certeza
de que él era, a su pesar, una persona real y no un personaje de
ficción, como tantas veces había soñado en los últimos tiempos.
El
despertador le hizo levantarse y buscar apresuradamente su libreta de
notas.
Esta vez
sí, esta vez (su última oportunidad), ganaría el concurso de
“microrrelatos” Lo
bueno, mejor breve con un texto maravilloso titulado “Sueños
de escritor (bucle)”: El joven escritor soñó aquel día
que soñaba que escribía que el viejo escritor aquella noche
escribía...
HAY A VECES
VECINOS QUE EVITAN A SUS BUENOS VECINOS
“He
oído las llaves del de abajo. No soporto a ese tío. A ver si puedo
subir a mi piso antes de que llegue a la entrada con el ascensor.
¡Maldita sea! Baja por las escaleras. Me voy a tener que encontrar
con su careto de mármol”.
(…)
“Menudo
idiota el de arriba. No lo soporto. A ver si puedo bajar a la calle
antes de que suba él con el ascensor. ¡Vaya! Sube por las
escaleras. ¿Pues no que voy a tener que saludarlo?”
Buenas
tardes, buenas noches, cuánto tiempo, ¿ha llovido mucho o poco en
el último año hidrológico?, hoy hace bueno pero mañana dicen que
hará malo, ¿y tú estás bien, mal, regular? Bla, bla, bla... ea,
adiós. Que te vaya bonito.
“¡Uf!,
menos mal. Ya se terminó. Pero el caso es que me ha gustado hablar
con él. No es tan idiota en el fondo. Me voy, que llego tarde al
trabajo”.
“¡Ea!,
la gorda del quinto aparcando en la puerta. ¿La voy a tener que
saludar encima?”.
-Buenas
tardes.
-Adiós,
blanca flor.
GOLES
NOCTURNOS
Casimiro
pensó que lo de tener debajo de casa un bar era algo muy bueno, una
manera de sentirse acompañado en todo momento.
Aquel bar
tenía muchos años. Cuando murió su dueño, el hijo del difunto
decidió instalar en él una pantalla de televisión gigante para
entretener al barrio con partidos de fútbol.
El
problema vino cuando los padres de Casimiro, muy ancianos, se fueron
a vivir con él, que era hijo único.
La
primera en morir del susto de un gol a horas intempestivas fue su
madre.
Luego,
otra noche en que su padre tenía un sueño tranquilo, un nuevo gol
tardío del equipo del barrio se lo llevó derechito al corral de los
quietos.
Cuando,
pasado el tiempo, se echó al fin novia, Casimiro, que era filólogo
de alemán, decidió acabar con el problema: compró el bar y lo
convirtió en sede de una tertulia literaria. Aquello acabó con el
fútbol, pero también con su relación de pareja.
Las
peleas entre sus amigos poetas se hicieron tan acres que a veces tuvo
que intervenir la policía por culpa de una sílaba de más o de
menos en un verso.
Quedó
solo, acompañado únicamente de aquel bar, el cual terminó
traspasando a un amante del fútbol.
A veces,
por las noches, entre partido y partido, puede hasta dormir y todo. Y
ahí sigue el hombre.
AZARES DE LOS
AGUJEROS DE GUSANO
Había
quedado con aquella mujer en una esquina muy conocida de la ciudad,
justo en la puerta de la iglesia de San Benito de Nursia.
No estaba
muy convencido de querer quererla. La había conocido de una manera
frívola en una terraza veraniega junto al río. No era guapa ni fea,
agradable ni desagradable. Sin embargo, había en ella un encanto que
lo atraía poderosamente.
Ella
tardaba. Los minutos pasaban y no aparecía. Él empezó a pensar en
sus anteriores conquistas de donjuán hispalense, de ninguna de las
cuales tenía buenos recuerdos.
El tiempo
pasaba y las oportunidades para formar una familia eran cada vez
menos. Pensaba, en aquella espera, en formar familia de una vez,
quizás con aquella mujer, pero ella seguía sin aparecer. ¡Cuánto
tardan siempre las mujeres!
Pasó
media hora. Estaba a punto de irse después de una eterna espera
cuando se fijó, en la otra ribera de la avenida Montoto, en una
anciana que cruzaba hasta donde él estaba.
-¿Me
reconoces?, dijo ella al llegar a su vera. Era ella, aunque sesenta
años más vieja. Él tuvo miedo. Parecía todo aquello una
pesadilla.
Ella
continuó hablando: “Ven conmigo, tenemos toda una vida para
conocernos”.
Y tomó
las huesudas y envejecidas manos de él entre las suyas al tiempo
que, con amor, lo miraba.
EL ESCRITOR
EMPEZÓ A ESCRIBIR
El
escritor empezó a escribir: «El escritor empezó a escribir: “El
escritor empezó a escribir: El escritor
empezó a escribir que estaba harto de juegos literarios.
Sin embargo, se cansó de aquel juego literario.” Pero pronto se
cansó de aquel juego literario».
Harto de
aquel juego literario, empezó a escribir que estaba harto de empezar
a escribir que estaba harto de los juegos literarios.
Por
último, dejó de escribir. Y mandó los juegos literarios a hacer
puñetas.
'Cuando
me jubile, ay -pensó-, podré dedicarme de lleno a escribir libros
de verdad y no estas sandeces'.
Sin
embargo, al jubilarse años después, como había abandonado los
juegos literarios, se dio cuenta de que había perdido la práctica,
el entrenamiento para poder redactar obras mayores.
Así que,
esta vez con ilusión, tuvo que aprender de nuevo a escribir: El
escritor empezó a escribir...
¿SIMULACRO O
EMERGENCIA?
Cuando el
capitán gritó “¡Incendio!”, el segundo de a bordo repitió
“¡Incendio!”.
Hasta ahí
todo fue bien. El problema empezó cuando respondió una voz al otro
lado de la línea: “¿Simulacro o emergencia?”. “¡No
-respondió el capitán-, no es un simulacro!”.
Pero el
marinero entendió “no, no, es un simulacro”, y a partir de
entonces el caos se adueñó de la nave.
Nadie
sabía si lo que estaba haciendo tenía un fin útil, para salvar
vidas en una emergencia, o una finalidad más etérea, para cubrir un
expediente administrativo.
Y una vez
que se hundió el submarino y las almas de los marinos bajaron al
cielo de los náufragos, siguieron discutiendo durante años: “Usted
dijo 'no, no es un simulacro'”. “No, yo dije 'no es un simulacro,
inepto'”.
Y ahí
siguen.
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