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PUERTAS QUE DAN A VIDAS MISTERIOSAS



   

    En Ersilia, para establecer las relaciones que rigen la vida de la ciudad, los habitantes tienden hilos entre los ángulos de las casas, blancos o negros o grises o blanquinegros, según indiquen las relaciones de parentesco, intercambio, autoridad, representación. Cuando los hilos son tantos que ya no se puede pasar por en medio, los habitantes se marchan: las casas se desmontan; quedan sólo los hilos y los soportes de los hilos...

    Italo Calvino: Las ciudades invisibles.


    Puertas detrás de las cuales un hombre escribe en un papel el título de una entrada de blog: PUERTAS QUE DAN A VIDAS MISTERIOSAS...
    Puertas en el plató de una película en blanco y negro de Ernst Lubitsch (en Hollywood, años treinta) en las que el director quería reflejar las puertas de entrada y salida de personajes en las comedias de enredo de los teatros berlineses de su infancia...
    Puertas que ocultan a parejas que hacen ardorosamente el amor, a terroristas que perfeccionan con esmero sus armas, a actores que declaman versos milenarios, a matrimonios que discuten, a madres que amamantan a sus hijos, a meditadores que buscan a Dios en el silencio de la tarde...
    Restos de puertas en las ruinas de casas, preñadas de sol, las cuales, pudorosas, muestran sus viejas paredes al mundo...
    Las puertas esconden las historias más secretas de cada casa: amores, alegrías, penas, miserias, daños, pudores...
    Queremos saber, conocer, qué oculta cada puerta. Saber de otras vidas aparte de la nuestra, la cual ya es sobradamente conocida de nosotros y no nos produce tanto contento como las ajenas.
    Queremos traspasar las puertas. Por eso nos gustan las películas o los libros: porque se nos muestran en ellos otras existencias, habitualmente ocultas tras el muro de las puertas verdaderas.
    Sin embargo, lo curioso es que, en el fondo, muchas veces lo que ansiamos en toda esa búsqueda es encontrar, en esas otras casas, ficticias o reales, a personas o personajes que tengan vidas muy parecidas a la nuestra, de la misma manera que el viajero se encamina hacia otros lugares con idea de constatar que los extranjeros son igual que él mismo.
    La vida humana consiste en traspasar una puerta tras otra en busca de uno mismo.
    Y al final nos espera el misterio de la muerte, la puerta última de la cual conservamos la llave que se nos concedió cuando fuimos engendrados. Quizás detrás de ella esté esperándonos la salvación del reflejo divino o, quizás, nos espere el vacío, la nada más absoluta.
    Aunque, ahora que lo pienso mientras escribo, puede que ambas estancias sean una sola, pues nada somos, de la nada venimos y hacia la nada vamos, y la nada, el vacío, es la forma más perfecta de Dios.
    Hasta entonces, seguiremos viviendo, es decir, abriendo y cerrando puertas. 
 

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