Viajaste a bordo de una lancha de vapor a
toda velocidad por el Támesis una noche de luna al lado de Sherlock Holmes y el
doctor Watson; compartiste con Don Quijote y Sancho Panza largas horas de
pláticas entre golpe y golpe mientras recorríais las sendas de la extensa
llanura manchega; te subiste a los árboles con el barón rampante, Cosimo
Piovasco di Rondò, para departir con él acerca de todos los asuntos divinos y
humanos; atravesaste con Frodo Bolsón los estrechos pasos montañosos de Mordor
con el propósito de destruir el codiciado anillo de poder; quisiste encontrar a
un asesino de monjes, enemigo de la risa, en medio del incendio de una
biblioteca de un monasterio medieval; acompañaste a Lázaro de Tormes en su
asendereada vida de hambriento pícaro; te admiraste de la belleza de Moguer,
sus campos, sus calles, sus viñas, gracias a la compañía de un altísimo poeta
subido a lomos de un burrillo platero…
En cada página que hoy lees esperas
encontrar aventuras como aquéllas, que fueron las más hermosas jamás leídas por
ti por ser las primeras y por ser las que más profundamente calaron en tu alma
sensible y aún inocente.
Tanto estimas su recuerdo que a veces no te
atreves a volver a abrir aquellos libros y leerlos de nuevo, pues crees que, de
hacerlo, una segunda lectura podría hacer desaparecer el hermoso recuerdo que
de ellos conservas.
Viajes de papel, los viajes de los libros de
tu juventud… ¡Qué buenos ratos pasaste descubriendo el mundo con ellos!
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