A mi compañero y amigo Rojo,
enamorado como yo de La gran
belleza
Hace unos años que, a los centros escolares de toda España, empezaron a
llegar las pizarras digitales, las cuales fueron instaladas al lado de (o en
lugar de) las pizarras clásicas de tiza de toda la vida.
Dejando a un lado el asunto, no baladí por otra parte, de los problemas
de mantenimiento de dichas pizarras digitales, hay que decir que han supuesto
una auténtica revolución en la explicación de determinadas materias.
Sin embargo, no creo que hayamos sabido utilizarlas para explicar una
asignatura que aún está pendiente de aparecer en los currículos establecidos
por las leyes educativas: el cine.
Solo se utilizan las pizarras digitales para poner películas en
circunstancias excepcionales: huelgas, días finales de trimestre o de curso en
que apenas hay alumnos... Y además muchas veces son películas del gusto de los
alumnos, que hasta llegan a traértelas en un lápiz de memoria para “exigirte”
que se las pongas. Por otra parte, esas películas necesitan dos horas seguidas de
clases de dos profesores distintos, y el segundo profesor nunca está dispuesto
a seguir proyectando la función.
Soy un gran amante del cine en todas sus épocas, por lo que, aunque mi
asignatura es Lengua Castellana y Literatura, no pierdo la ocasión para, de vez
en cuando, proyectar pequeñas joyas del séptimo arte, muchas de ellas basadas en textos literarios. Por supuesto, lo hago con
intención didáctica, para que me hagan un resumen de la trama o escriban sus
impresiones sobre las escenas que han visto en la pantalla.
Recuerdo la cara de asombro de unos alumnos míos de segundo de ESO de
hace unos años cuando les proyecté películas de cine mudo de veinte minutos de
Buster Keaton. Ahítos de ver películas llenas de estímulos sonoros desde su
tierna infancia, descubrían por primera vez un lenguaje diferente, hecho de
gestos y caídas, el lenguaje más antiguo del cine y, precisamente por eso (debido
a que no habían visto apenas esos filmes), el más novedoso para ellos.
Teniendo en cuenta que ni siquiera en la televisión pública se proyectan
ya películas clásicas (no digamos ya las de cine mudo) me parece una auténtica
aberración que a un alumno, al final de su etapa de educación secundaria, no se
le haya ofrecido la oportunidad de poder ver películas como Casablanca, Ladrón
de bicicletas o Dersu Uzala, por poner ejemplos de filmes de tres ámbitos
culturales distintos.
Hace falta una asignatura titulada Cine. ¿Por qué?
Porque en una sociedad en la que cada vez tiene más importancia la
imagen, a los alumnos hay que enseñarles cuestiones técnicas (plano, escena, montaje...)
que luego podrán desarrollar en vídeos realizados por ellos mismos. No
olvidemos que el vídeo se utiliza como herramienta didáctica, de promoción
publicitaria, de creación artística, etcétera.
Otro motivo para organizar dicha asignatura es que el cine es una gran
escuela de vida y de valores. La fotografía, el montaje, el sonido, las
interpretaciones de los actores, el guion..., todo en una película obedece a
una intención, a una enseñanza que quiere transmitirse con igual o desigual
fortuna.
Hace unos años empecé a hacer una lista de películas en las que la
educación tiene un papel muy importante. La ofrezco aquí por si alguien estos
días de confinamiento quiere ver alguna de ellas. La lista no está organizada
de ninguna manera, pues simplemente la he ido rellenando conforme me iban
llegando las referencias de las películas. Tampoco he querido tener una
intención de consignar una lista exhaustiva y completa.
Hela aquí (cada película tiene un enlace a una crítica o referencia):
-Adiós,
Mr. Chips (hay dos versiones de la historia, una de 1939 y otra de 1969).
-En el abismo, de Jonathan Kaplan.
-La clase.
-Conrack.
-Ser y tener. (Documental)
-If.....
-Los desaparecidos de Saint-Agil (Christian-Jacque).
Ver cine puede ser un magnífico entretenimiento en estos días de
confinación.
Que el cine nos lleve más allá de las vidas confinadas en nuestras casas
para, igual que la buena literatura, poder conocer otras vidas, otros mundos,
otros paisajes más allá de los de nuestras ventanas.
Por ello escribo y por ello rezo. ¡Resistiremos!
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