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EL PUEBLO EN ARMAS (UN DRAMA HISTÓRICO ESCRITO POR MÍ CON QUINCE AÑOS)







En la primavera de 1986 tenía yo casi quince años y cursaba el primer curso del instituto (1º de BUP). La profesora de Historia, Carmen, le propuso a mi clase al final del segundo trimestre dos opciones: o estudiábamos el tema de la Revolución francesa para un examen o montábamos una representación teatral sobre ella.
La clase se decidió por hacer teatro, encomendándome a mí, ya que todos mis compañeros conocían mi gusto por la escritura, la tarea de escribir el texto.
En las vacaciones de Semana Santa me empapé en la enciclopedia Labor de la historia de aquella revolución y al volver al instituto le presenté el drama histórico a la profesora.
A final de curso representamos la obra para todo el instituto.
Yo pensaba que mi tarea en aquella función había concluido con la escritura del texto, pero resultó que el alumno que iba a hacer de Robespierre enfermó y, a mi pesar, tuve que reemplazarlo.
El libreto manuscrito de esa obra, titulada El pueblo en armas, me ha acompañado desde entonces y la conservo con mucho cariño como testimonio de aquel primer año mío de bachiller.
La ofrezco ahora en este blog, limpia de incorrecciones ortográficas y gramaticales, para quien guste leerla y notar mi candor al escribir en tan tierna edad. Un cordial saludo.


NARRADOR: Esta obra está ambientada en el siglo XVIII. Dos características informan a este siglo, en el cual se halla el secreto de gran parte de lo que somos y significamos actualmente. Estas dos características son el equilibrio y el racionalismo.
El equilibrio se manifiesta en el aspecto internacional, en el cultural y en el estatal.
En el internacional, Inglaterra proclama la igualdad europea. En el cultural, los valores tradicionales, monárquico-católicos, aunque siguen presidiendo la hegemonía, se ven equilibrados por dos de signo contrario, racionalistas, subversivos. En el estatal, el equilibrio entre formas diversas se manifiesta en la forma de gobierno: el despotismo ilustrado, que es un engarce de los elementos tradicionales con los nuevos.
Sin embargo, a partir de 1760, este equilibrio se pierde progresivamente hasta desembocar en la gran Revolución francesa, tema del segundo acto de la obra.
El racionalismo triunfa en todos sus aspectos y la razón se impone gracias a la Ilustración, movimiento intelectual que surge y que se ocupa de todas las formas de cultura.
El siglo XVIII es siglo de crisis, en el que, si bien culminan las directrices que salieron a la luz en el Renacimiento, también se prepara y se acrisola todo el mundo de inquietudes, de desconciertos y de nueva división antagónica de los hombres, que caracterizan a la etapa más reciente.

PRIMER ACTO

NARRADOR: Francia, año de gracia de 1759.

(Aparece el rey hablando solo.)

REY: ¡Dios! Siento aires de rebelión que vienen de la plebe. ¡Esa chusma insolente! Cada día paréceme escuchar una y otra vez una sola obsesión: libertad. ¡Ilusos! Les colmo de privilegios, curo a los enfermos en los hospitales, alegro a los viejos en lugares de recreo y, sin embargo, así me lo pagan, con descontento. Temo por mi vida, siento cada vez más próxima mi muerte... ¡No!, pero ¿qué estoy diciendo? Tengo fieles seguidores, el ejército me protege, estoy seguro gobernando. La nobleza me aclama. Necesito protección de ellos en este momento. ¡Venid, venid! (Grita.) ¡Venid, mis fieles nobles! (Aparecen nobles y el rey se sienta.)
PRIMER NOBLE: ¿Qué deseáis, majestad? ¿En qué pueden ayudarte tus súbditos?
REY: Deseo tener la certeza de que mi gobierno está seguro. Tengo temor de la plebe.
SEGUNDO NOBLE: Esos son temores infundados, majestad. Vos y vuestro gobierno estáis completamente a salvo. El ejército y nosotros mismos somos seguidores de su majestad. El absolutismo en Francia es y será un hecho. La plebe, por otro lado, podría ser castigada severamente por vos.
REY: No. Deseo tenerla de mi lado. Para ello me bastará contentarlos. Por cierto, Rohan, ¿habéis encargado la construcción del nuevo puente?
TERCER NOBLE: Por supuesto, majestad. Vuestros deseos han sido cumplidos de inmediato. El pueblo tiene que estar aún más contento de vos.
REY: Eso espero, mi fiel Rohan. En eso se basa mi absolutismo.
CUARTO NOBLE: Muy acertado, por cierto.
REY: Gracias, Laconte. Está bien, señores. Podéis retiraros. ¡Ah!, otra cosa: me han contado que la burguesía, esos insignificantes comerciantes (Con tono despectivo.) tienen deseos de llegar al poder. ¡Dios mío!, me quieren arrebatar el trono. (Ríe fuertemente. Los nobles se retiran riendo también.)
QUINTO NOBLE: ¡Dios mío, qué ilusos son esos ineptos! (Ríe.)

(El rey también se retira riendo.)

(Otra escena, un grupo de burgueses hablando entre ellos.)

PRIMER BURGUÉS: Amigos burgueses, estamos aquí reunidos para hablar de nuestras pretensiones. ¿Alguno de vosotros tiene algo que decir?
SEGUNDO BURGUÉS: Sí, yo.
PRIMER BURGUÉS: Adelante pues, vos tenéis la palabra.
SEGUNDO BURGUÉS: Quiero decir que mis pretensiones y las de todos las de nuestra clase son las de llegar a gobernar Francia. Durante años, los reyes nos han relegado a un segundo puesto. Sí, tenemos el poder económico, pero ¿de qué nos sirve si no podemos gobernar y gozar así de todos los privilegios?
TODOS: Sí, sí. Tiene razón.
SEGUNDO BURGUÉS: Por ello, proclamo que debemos rebelarnos contra el absolutismo. Francia necesita de un gobierno burgués.
TERCER BURGUÉS: Sí, estamos de acuerdo. Pero, ¿cómo podemos llevar a cabo una revolución? Por eso, yo pienso que el único camino sería valernos del pueblo.
CUARTO BURGUÉS: Creo que sería buena solución. Pero, ¿cómo obtendremos el favor de la plebe? Esa chusma enfervorizada no atiende a razones.
QUINTO BURGUÉS: Quizás, podríamos... He oído decir que un grupo intelectual difunde por el pueblo ideas contra la monarquía.
SEXTO BURGUÉS: ¡Claro!, compartiendo sus ideas podríamos llevar a cabo nuestro plan. Así, todas las clases se lanzarían contra el rey y los nobles.
TODOS: Sí, sí.
PRIMER BURGUÉS: Creo pues que esta es la solución acertada. ¿Estamos de acuerdo?
TODOS: Sí, sí, claro.
PRIMER BURGUÉS: Entonces pongamos en marcha la idea. ¡Viva la burguesía!
TODOS: ¡Viva!
PRIMER BURGUÉS: ¡Abajo la monarquía!

(Otra escena. Tres ilustrados difunden sus ideas entre la plebe.)

VOLTAIRE: Hermanos. Siento que estáis indignados con el actual gobierno. Por ello, os queremos dar a conocer nuestras teorías, que esperamos apliquéis para mejorar la situación.
PUEBLO: Sí, sí.
VOLTAIRE: Bien, entonces me tomo la libertad de promulgar mi propia idea. (Empieza a pasear mientras habla.) Desde los más remotos tiempos han existido en todo el planeta dos clases de hombres. Unos, los opresores, han tenido siempre el poder con toda clase de privilegios. Otros, los oprimidos, han sido esclavos de aquellos, viviendo en la miseria y sin ninguna ayuda. Pues bien, vosotros sois los oprimidos y el opresor es el gobierno actual. Por ello, y para mejorar vuestra posición, yo os sugiero que os rebeléis para obtener los privilegios que siempre os han sido negados.
PUEBLO: Sí, sí, estamos de acuerdo.
ROUSSEAU: Llevada a cabo esa revuelta, yo sugiero que volvierais al estado de naturaleza
PUEBLO: (Murmullo de asombro.)
ROUSSEAU: Bien, como no conocéis mi teoría os la voy a explicar. Pienso que al principio el hombre estaba en un estado de naturaleza. Al reunirse socialmente ha sido corrompido. Por ello, pienso que el hombre debe volver a ese estado, siendo gobernado por un rey elegido por el pueblo.
PUEBLO: (Murmullo.)
ROUSSEAU: Perdonad un momento. (Se dirige a un rincón para orinar. A lo largo de toda su intervención Rousseau manifiesta problemas urinarios y de habla.)
MONTESQUIEU: Oíd ahora mi teoría. Pienso que los poderes deberían ser divididos. El legislativo iría a unas cortes. El judicial, a los magistrados o jueces. Y el ejecutivo lo tendría un gobierno elegido por el pueblo.
PUEBLO: (Murmullo.)
VOLTAIRE: Bien, amigos. Gracias por escuchar nuestras ideas. Esperamos que toméis la decisión que consideréis más oportuna.
PUEBLO: Sí, sí. Gracias.



SEGUNDO ACTO

(Un grupo de nobles entra precipitadamente en la estancia donde el rey se halla sentado.)

PRIMER NOBLE: ¡Majestad! ¿No os parece que vuestras medidas constituyen una ofensa hacia nosotros y hacia la Iglesia?
REY: ¿Cómo?, ¿de qué medidas estáis hablando?
SEGUNDO NOBLE: Pero, ¿no recordáis que vuestros ministros han decidido que la nobleza y la Iglesia deben pagar impuestos?
REY: Ah, ya sé. Bueno, es una medida lógica. Como sabéis, las arcas de la corte están vacías y, para llenarlas, es preciso que todos los ciudadanos paguen por igual sus impuestos.
TERCER NOBLE: Pero eso es inconcebible. Si las arcas están exhaustas se debe únicamente a la ostentación de la que hizo constancia el anterior monarca. ¡Quién no recuerda todos los gastos que realizó vuestro antecesor!
REY: Bien, pues ya va siendo hora de cortar de raíz este mal económico que nos persigue. Así, las medidas tomadas son definitivas.
TODOS: (Murmullo de rebelión.)
CUARTO NOBLE: ¡Majestad! Además de todo esto, vemos cada día que un sentimiento de rebeldía se acrisola en la plebe. Queremos pediros que, como muestra de generosidad por los favores prestados hacia vos, nos protejáis de esa chusma asestándole un golpe eficaz.
REY: A tal efecto he ordenado que regimientos suizos y alemanes sean apostados en París y Versalles.
QUINTO NOBLE: Está bien, majestad. Siendo así... Perdonad nuestra intrusión, pero debéis comprenderla. Ahora sí que podemos tranquilizarnos. El rey, nuestro protector, cuida de sus fieles servidores. ¡Viva el rey!
TODOS: ¡Viva! (Se retira el rey con los nobles.)

(Otra escena. Aparecen los burgueses, los ilustrados y el pueblo.)

PRIMER BURGUÉS: Amigos, pienso que el momento ha llegado. Tenéis tanto odio en vuestros corazones como para rebelaros contra el rey.
PRIMER PLEBEYO: Sí, creo que tenéis razón. Tenemos tanto odio que podríamos llegar a matar.
SEGUNDO BURGUÉS: Está bien, pero solo habéis de pensar que vosotros seréis los que llevéis la revolución y que, cuando hayáis derrotado al régimen, nosotros, los burgueses, os gobernaremos según las directrices de la Ilustración. (Mira a los tres ilustrados, sentados detrás del que habla.)
VOLTAIRE: Sí, hermanos, ya no hacen falta más teorías. Ahora es el momento de que luchéis por conseguir ser de la primera clase de hombres. Pero no os llamaréis opresores, ya no habrá más absolutismo. Francia pasará por épocas de esplendor desde ahora.
TODOS: ¡Sí, sí!
ROUSSEAU: Hermanos, si en verdad apreciáis nuestros consejos, es la hora de actuar. Debemos llevar a cabo nuestras teorías. El rey solo gobernará si es elegido por vosotros, no por sucesión en el trono.
TODOS: Sí, sí.
SEGUNDO PLEBEYO: Compañeros, creo que la Ilustración aquí presente tiene razón. Durante siglos hemos sufrido toda clase de desventuras...
TERCER PLEBEYO: ¡Y ahora debemos rebelarnos!
MONTESQUIEU: Sí, eso es. Y cuando llegue la burguesía al poder, seréis colmados de privilegios y por primera vez habrá división de poderes.
TODOS: ¡Sí, sí!
CUARTO PLEBEYO: Pero, ¿por qué seguimos aquí hablando si todos sabemos lo que tenemos que hacer? ¡A la victoria!
TODOS: ¡A la victoria! (Abandonan todos la habitación.)

(Otra escena. Aparece el grupo de nobles en la habitación del rey.)

REY: ¿A qué se debe esta nueva interrupción?, ¿es que no puedo gozar de un momento de tranquilidad en mi propia corte?
PRIMER NOBLE: ¡Majestad, el pueblo se ha rebelado! La muchedumbre ha asaltado el palacio de Los Inválidos y la casa comunal. ¡Y ahora se dirige a la Bastilla!
REY: ¡No! Estaba en lo cierto, mis suposiciones se han visto consumadas. Desde ahora mi vida está en peligro.
SEGUNDO NOBLE: Parece ser que la concentración de los regimientos ordenada por vos ha terminado por sacar a la luz las iras de la chusma.
TERCER NOBLE: Pero no debéis preocuparos. La nobleza aún os aclama y os protegeremos.
CUARTO NOBLE: Sí, majestad. Os protegeremos aun a costa de nuestra vida.
QUINTO NOBLE: Por ello, hemos planeado vuestra huida. Debéis marchar de inmediato. Todo está previsto. Podéis huir con vuestra familia.
REY: Gracias, amigos. Sabía que, si llegaba este momento, podía confiar en vosotros.
CUARTO NOBLE: Pero no hay un momento que perder. Rápido, un carruaje os espera.
REY: Claro, claro. Amigos, si algo me sucediera..., aun en los peores momentos de mi vida nunca olvidaré vuestro gesto. (Se retiran todos.)

(Otra escena. Aparece el rey andando. Al llegar a una parada le sale al paso un nutrido grupo de revolucionarios.)

QUINTO PLEBEYO: Documentación. (Tono severo.) (El rey le entrega una hoja.) Veamos... Ciudadano André Corday. Bien, puede seguir...
SEXTO PLEBEYO: ¡Un momento! Esa cara no me es del todo desconocida. Parece... pero, ¡no puede ser! Es, es... ¡Luis XVI!
TODOS: ¿Cómo?
SÉPTIMO PLEBEYO: ¿Qué has dicho, Drouet?, ¿el rey de Francia? ¿Aquí?
REY: Debéis estar confundido, caballero. Soy el ciudadano Corday. Mis papeles lo dicen bien claro. ¿Yo el rey de Francia?, imposible.
OCTAVO PLEBEYO: Sin embargo..., quizás Drouet tenga razón. Me parece haber visto antes esa cara... ¡en los emblemas monárquicos!
TODOS: (Murmullo de asombro.)
NOVENO PLEBEYO: Bien, ¿por qué seguir dudando? Arrestémoslo; a fin de cuentas, si no lo es podrá seguir su camino.
OCTAVO PLEBEYO: Sí, creo que es lo más oportuno. Detengámosle.
REY: Pero, ¿es que no habéis oído? ¡No soy el rey! ¡Soy el ciudadano Corday! ¡No podéis arrestarme! Yo, como vosotros, soy partidario de la causa revolucionaria. (Un grupo lo arresta y se lo lleva consigo.)


TERCER ACTO


NARRADOR: Día 19 de enero de 1793.

(Robespierre, la nobleza, la burguesía y el pueblo aparecen hablando.)

PRIMER NOBLE: Amigos, el ciudadano Robespierre, principal director de la causa, nos quiere decir algo importante. Si sois tan amable... (Robespierre toma el lugar del noble, quien se dirige hacia donde están sus compañeros.)
ROBESPIERRE: Ciudadanos. He de informaros de que el rey fue detenido hace pocos días en Varennes cuando pretendía huir, mostrando así desprecio hacia nuestra causa. Esta ofensa debe ser castigada con la pena de muerte.
TODOS: (Murmullo de aprobación.) (La nobleza aparece callada.)
SEGUNDO NOBLE: Esperad un momento, amigos. Creo que estamos precipitando acontecimientos. El rey ha supuesto para nosotros un hombre bueno y honesto, que deseaba el bien del pueblo, pero tiene un carácter débil e indeciso que no le permite imponerse al gobernar.
TODOS: (Murmullo de descontento.)
PRIMER PLEBEYO: Sí, habrá sido todo lo bueno que queráis, pero las arcas siguen vacías y el pueblo está tan descontento como antes. Su absolutismo es enemigo de la revolución. Hay que matarlo.
TODOS: ¡Sí!, ¡sí!
TERCER NOBLE: ¡No!, releguémoslo al título de ciudadano Luis Capeto. Sus poderes serán divididos y jurará la nueva constitución, pero no lo matemos.
ROBESPIERRE: Vosotros, la nobleza... Sois partidarios del rey todavía. A pesar de uniros a nuestras ideas de revolución por conveniencias, seguís siendo sus servidores. Vosotros debéis morir, como él.
CUARTO NOBLE: ¡No! (Se lleva una mano a la garganta.) No quiero ser pasto de la guillotina. Somos ciudadanos revolucionarios, como vosotros.
SEGUNDO PLEBEYO: Miradlo. Está muerto de miedo. Creo también que deberíamos matar a todos los nobles que han servido al rey.
VOLTAIRE: ¡No!, esta revolución no pretende ser un mar de sangre. Solo es una revuelta para mejorar la situación social de los que luchan por ella. No debemos radicalizarla.
ROUSSEAU: Cierto. Debéis tener presente que la nobleza estaba unida al rey solo para conservar sus privilegios.
TERCER PLEBEYO: Sí, de acuerdo. Pero los señores nobles (Tono despectivo.) no se preocuparon de nosotros cuando ahogábamos nuestras súplicas en el sucio barro callejero. No se preocuparon de mejorar nuestra situación...
CUARTO PLEBEYO: Cierto, solo les importaba vivir al lado del rey para así estar cubiertos de atenciones. Deben morir como venganza.
MONTESQUIEU: Amigos, estas no eran vuestras pretensiones al empezar la revolución. Vuestros ideales eran solo tener más privilegios, pero ahora... tenéis tanto odio que queréis matar, aunque el hacerlo no sea una causa razonable.
SEGUNDO BURGUÉS: Eso es. Nosotros, los burgueses, os rogamos que mantengáis el orden. De otra forma, Francia se convertirá pronto en una gran guillotina.
QUINTO PLEBEYO: Imposible. El pueblo es una gran caldera que acaba de reventar. No podemos quedarnos impasibles cuando estos sucios nobles siguen teniendo privilegios como en la anterior etapa. Son aves de rapiña que se alimentan de las sobras revolucionarias. ¡Deben morir!  
TODOS: ¡Sí!, ¡sí!
QUINTO NOBLE: Pero ¿es que no os dais cuenta del daño que habéis causado? Quemáis por doquier castillos, emblemas... todo lo que pueda haber pertenecido al monarca. Y ahora, queréis guillotinarnos como si de chorizos se tratara. Esto no parece ya la revolución que todos aceptamos. Es... ¡una carnicería!
TERCER BURGUÉS: Está bien. No podemos impedíroslo. La revolución está en vuestras manos. Haced lo que queráis con ellos. Pero recordad que debéis hacer lo que consideréis mejor para el bien de Francia.
ROBESPIERRE: De acuerdo entonces. Ciudadanos, llevaos a esos nobles. ¡A la guillotina!
TODOS: ¡A la guillotina! (Un grupo de plebeyos se lleva a los nobles. Los ilustrados se marchan con ellos. Robespierre se va a marchar también cuando lo llaman los dos burgueses que habían quedado.)
CUARTO BURGUÉS (DANTON): Compañero, debo daros la enhorabuena. Creo que seréis pronto el amo de Francia. Pero habéis de recordar que el terror que proclamáis es una medida para asegurar el gobierno únicamente. No una fuente para que el pueblo haga uso público de sus desmanes.
ROBESPIERRE: ¿Cómo? Me sorprende oír eso de vos, ciudadano Danton. Lo que decís me suena a moderantismo. Cuidad mucho vuestras palabras y actos. La guillotina puede dar buena cuenta de vos. (Danton se queda mirándolo. Después se marcha precipitadamente.) Amigo Marat, ¿me habíais llamado?
QUINTO BURGUÉS (MARAT): Sí, ciudadano. Quiero, al igual que mi compañero, daros la enhorabuena. Pero debo deciros que, en contra de lo que ha dicho Danton, estoy de acuerdo con vuestros ideales jacobinos. Debéis seguir por esa vía de revolución.
ROBESPIERRE: Gracias, ciudadano. La revolución ha supuesto para Francia un camino nuevo de luz y de alegría. Tengo la certeza de que, desde ahora, los jacobinos dirigirán la causa. (Se marcha con Danton.)

FIN DE LA OBRA

NARRADOR: Pequeña anotación: Luis XVI fue guillotinado el 21 de enero de 1793.
Marat murió asesinado en 1793 por Carlota Corday.
Danton fue mandado guillotinar por Robespierre en 1794, a causa de sus ideas moderadas. Dícese que al pasar camino del cadalso ante la casa de Robespierre, exclamó: “¡Robespierre..., pronto me seguirás!”.
Sus palabras fueron proféticas. El 28 de julio de ese año, el tirano era guillotinado.
La República pronto iba a ceder paso al Imperio. Francia necesitaba de un hombre que ordenara el caos: Napoleón Bonaparte.
Durante los años de la Revolución francesa, murieron tres millones de hombres, mujeres y niños (un millón a causa del hambre), desaparecieron para siempre innumerables obras de arte y miles de castillos. La agricultura, la industria y el comercio quedaron arruinados y la miseria se abatió sobre la población. La hoja de la guillotina había segado 17000 cabezas de hombre y 1300 de mujer.
A pesar de todo, la causa valió la pena. La Revolución se extendió por Europa y más tarde por otros países. El absolutismo fue derrocado. Miles de personas vivieron así épocas de esplendor burgués.
La Revolución francesa fue el primer eslabón para llegar a los regímenes actuales.





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