A mi hermano Cayetano, que una madrugada
se sobresaltó a causa de un grito de Carlos Pumares
Echa uno de menos estos días, en los cientos de programas de radio que nos
acompañan en nuestro confinamiento, más programas con contenidos culturales (científicos,
literarios...) que puedan, de una forma mucho más efectiva que con una
desmedida información sobre el coronavirus, llevar la calma a nuestras pobres
almas acongojadas.
Las generaciones más jóvenes no tienen la misma necesidad de oír
diariamente la radio que la que tenemos sus mayores. Para ellos, la radio es
solo información o música, algo que ellos reciben más por otros medios (redes
sociales, plataformas de subida de vídeos, etcétera). Por eso, desconocen que
la radio, en un pasado no muy lejano, era también receptáculo de programas
culturales, de entrevistas curiosas, de informaciones alternativas del mundo
musical, de radionovelas, de programas de cine o de misterio...
Siguen existiendo, por supuesto, estas modalidades en la radio de hoy,
pero no con la misma fuerza que tenían en la audiencia en épocas pretéritas.
Recuerdo el asombro que producían en mí de noche los silencios famosos
de Jesús Quintero en las entrevistas que realizaba en su programa El loco de
la colina; el programa Encarna de noche, de Encarna Sánchez, o Hablar
por hablar, de Gemma Nierga, en los que se oían las voces de los insomnes y
de los trabajadores de la madrugada; la voz cálida de Julián Ruiz en Plásticos
y decibelios, de Los 40 Principales; la temible de Juan José Plans en Historias, de Radio Nacional de España; la chillona de Carlos Pumares, que te sobresaltaba
de madrugada en Polvo de estrellas porque empezaba de pronto a gritar
quién había sido de verdad el asesino en tal o cual película ya olvidada por
todos menos por él.
Hace pocos días hablaba yo de la pérdida del teatro en televisión. No
puede uno tampoco evitar la nostalgia al evocar la radio de no hace tanto
tiempo, en la que tenía mucho peso también la tradición literaria.
Sí, uno echa de menos, porque la ha conocido, una radio que, además de
estar atenta a la actualidad, nos tenga al tanto de las últimas noticias
científicas y de textos literarios recientes o clásicos que nos ayuden a
sobrellevar la carga tan pesada de las terribles noticias de estos días.
Recuerdo también con mucho afecto los programas de radio Protagonistas,
de Luis del Olmo (quien hace poco tiempo recitaba diariamente un poema en
televisión) y el humor del programa Gomaespuma, de Guillermo Fesser y
Juan Luis Cano.
Como tantas otras esferas de la vida cotidiana, la radio ha ido
reemplazando textos orales extensos en beneficio de programas muy fragmentados
en los que se va saltando de un tema a otro sin darle tregua al radioyente .
Es cierto que hay honrosas excepciones. Por ejemplo, hace casi dos años
Radio Nacional hizo una adaptación del famoso programa de Orson Welles La guerra de los mundos. Sin embargo, son raras aves en un mundo de
frecuencias dedicadas casi exclusivamente a la información y a la música.
Estos días, en medio del mar de informaciones que nos apabullan acerca
del coronavirus (como la de si va a continuar la liga de fútbol o no, algo que tanto quita el sueño a muchos), uno vuelve la vista al pasado y echa de menos, sin poder
evitarlo, aquellos programas de radio cultural. Muchos de ellos duermen en el
olvido de las fonotecas, a la espera de la mano que vuelva a recuperar su
espíritu.
Espero que, si algo bueno tiene esta crisis, que ha desempolvado las
virtudes artísticas de tanta gente, sea la necesidad de hacer una radio menos
alarmista y más centrada en el deseo de cultura de los oyentes.
Cuando hablamos de cultura pensamos siempre en las excelsas manifestaciones de la misma, en las sinfonías de Beethoven o en las grandes novelas de
Galdós o Cervantes. Sin embargo, también la cultura se transmite a través del
humor, la literatura o la ciencia, tan necesarios estos días.
Que la luz de la cultura guíe nuestros futuros pasos. Por ello escribo y
rezo. ¡Resistiremos!
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