Ir al contenido principal

LECCIONES DE 1917

 

 



 

Al niño de Canet de Mar

 

Es una historia sencilla: dos soldados ingleses deben cruzar la línea enemiga, despejada por una sospechosa retirada de las tropas alemanas, y llevar a otra parte del frente la orden de abandonar el ataque.

No hay tregua para el espectador. El director Sam Mendes, en dos larguísimos planos secuencia, con algunos cortes sabiamente disimulados, nos va llevando por el infierno de las trincheras de la Primera Guerra Mundial, en un viaje en el que el espectador se siente en todo momento un compañero de los dos jóvenes mensajeros.

Es una película prodigiosa. Es, quizás, la mejor película de los últimos años. Sin embargo, la llegada de la pandemia ha hecho que se retrase esa justa valoración, que el público deberá necesariamente otorgarle conforme pase el tiempo.

Sé que como crítico de cine, a diferencia de algunos otros conocidos por su furia, soy muy -o demasiado- entusiasta (uno es crítico en función de cómo es, en definitiva), pero no creo exagerar ni un ápice al decir que es una obra maestra.

El perfecto guion al que no le sobra ni falta nada; la exigente actuación de los actores (los extraordinarios George MacKay y Dean-Charles Chapman); la inolvidable música; la labor impagable de los operadores de cámara..., todo forma una inolvidable sinfonía llena de imágenes para el recuerdo.

Se nos han quedado grabadas en la retina las escenas de la tierra de nadie, la de la granja y el avión, la nocturna del pueblo francés destruido, la bíblica de la madre y el bebé, la del soldado cantor en el bosque antes de la batalla, la de la carrera en busca del coronel Mackenzie... Hacía tiempo que no veía una película tan preñada de imágenes para el recuerdo.

¿Y qué me dicen de los maravillosos tiros de cámara en la escena del puente hundido? Tiros de cámara y tiros de bala unidos en un prodigio técnico inigualable.

Parece una película hecha en otra época, cuando la prisa no dictaba los tiempos del arte.

Por otro lado, todo el filme es una sucesión de acciones sin tregua entre dos momentos de calma natural. Mendes nos quiere transmitir con ello que los afanes mundanos, si están ajenos a los dictados de la madre naturaleza, son fruto del fanatismo y del absurdo.

Y, por último, la película tiene la virtud de mostrar lo que no se ve: cuando el espectador termina de ver toda esa lucha, toda esa barbarie, recompone en su mente la sinrazón de los políticos que buscan la confrontación, el odio, la batalla, la guerra; la de todos quienes incendian la vida cotidiana con sus mensajes de odio; la de quienes no saben pararse y contemplar la belleza de un simple árbol, que nos da cobijo y alimento.

Hoy quise escribir de 1917. Quizás porque fue la última película que vi en el cine, hace ya una eternidad. Quizás porque la he vuelto a ver recientemente en televisión y me he vuelto a parar en su sinfonía de voces y de imágenes, en su perfección.

En su belleza, en suma.

En su hermoso mensaje.

 

Comentarios

Jesús Cotta Lobato ha dicho que…
Curiosamente esa fue también la última peli que vi en el cine antes del confinamiento, y fue prodigiosa. Lástima que en España no sepamos hacer esas maravillas para honrar también a quienes murieron por ella. ¡Feliz Navidad!

Entradas populares de este blog

EL CALLEJÓN SIN SALIDA DE LA EDUCACIÓN

A mi compañero y amigo Paul Pongitore Soy profesor de enseñanza secundaria desde el año 1998. Empecé entonces como interino y dos años después me convertí en funcionario de carrera docente. He paseado mis libros por bastantes institutos de Andalucía. Creo que estos son avales de cierta experiencia en el terreno educativo para poder hablar de él. Como muchos de mis compañeros, he ido observando el paulatino deterioro de las condiciones de trabajo de los profesores en los centros educativos. Podría hablar largo y tendido de las exigencias cada vez más estresantes de una legislación educativa de lenguaje críptico fruto del buenismo más adocenado (cuyo último invento es el asunto de los criterios de evaluación); de la actitud de rechazo de parte de la sociedad a la labor y la autoridad de los profesores; quizás también podría hablar por extenso de nuestro intenso y pírrico esfuerzo, tan poco valorado por parte de la sociedad, que insiste en criticarnos por nuestras largas vacacion

FOTOGRAFÍAS ANTIGUAS DE LA SEMANA SANTA DE SEVILLA

    DENEGACIÓN Y AUSENCIA DE LA HISTORIA   La Semana Santa no había existido nunca. Es cierto que se celebró otros años. Pero auténtica existencia no tiene hasta este Domingo de Ramos. Las otras Semanas Santas pertenecen a la Historia, es decir, al recuerdo. Y toda memoria se va, desaparece con su cauda de tiempos y acontecimientos, ante el hecho sencillo de salir los nazarenos a la calle. La Semana Santa surge en resurrección de milagro, que olvidan referencias y avatares. Por eso la Semana Santa es incapaz de filosofía e historia. En estos días no se razona. Se siente nada más. Se vive y no se recuerda. La Semana Santa no ha existido hasta ahora mismo. Queda lejana toda cuestión previa. Inútil buscarle raíces teológicas o tubérculos históricos. Nace la Semana Santa en sí, para sí y por sí. Es autóctona, autónoma y automática. Nace y crece como una planta. Dura siete días y en este tiempo germina, levanta el tallo, florece, fructifica y grana. Acaba finalmente cuando el

¿POR QUÉ NO SE CALLAN LOS ALUMNOS DE HOY?

       Querido lector:     Cuando me preguntan algunos amigos por mi agotador trabajo de profesor, siempre terminamos hablando del mismo asunto: de la cháchara interminable de muchos alumnos que sucede una y otra vez mientras el profesor está explicando.     En mi época de estudiante esto no sucedía porque simplemente te buscabas un problema si osabas interrumpir al profesor con tu charla. Entonces funcionaba aún la fórmula del jarabe de palo, por lo que los alumnos -temerosos del regletazo - nos esforzábamos en portarnos bien, estudiar y hacer las tareas.     Era aquél un sistema en el que la autoridad del maestro o del profesor era incontestable y en el que la sociedad entera podía aplicar sobre ti la autoridad. Incluso cualquier señor desconocido podía tirarte de las patillas en plena calle si veía que estabas haciendo el gamberro.     Si tus padres se enteraban encima de que habías fallado en el colegio o en la calle, caía sobr