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LIBRO (AÚN) NO DEVUELTO A UNA BIBLIOTECA MÁS DE 110 AÑOS DESPUÉS









  
   Ficha bibliográfica:




    Título: De sobremesa.

    Subtítulo: Crónicas.

    Autor: Jacinto Benavente (1866-1954).

    Editor: Librería de Fernando Fe (Puerta del Sol, 15).

    Lugar: Madrid.

    Descripción física: 299 páginas.

    Fecha de publicación: 1910.



    Información bibliotecológica:




    En la última página numerada, la 299, aparece la referencia FIN DE LA 1.ª SERIE.

    El ejemplar tiene un tejuelo pegado en el lomo en el que se lee impreso el número 72. También en el lomo del libro está grabado en oro el número 1 (que corresponde seguramente al número de la primera serie de crónicas de Benavente).

   En el interior podemos ver varios sellos de tinta: 



 
   1) Uno de tinta azul oscura con forma de libro abierto por la mitad: en la página izquierda, el lema “Biblioteca Popular Riotinto”; en la derecha, el antiguo escudo del ayuntamiento de Minas de Riotinto.

    2) Otro sello de tinta violeta en forma de óvalo horizontal de doble corona. En la parte de arriba se lee “CÍRCULO DE LA ARMONÍA” y, en la de abajo, “ATALAYA (RIO [sic]-TINTO)”. En el centro, una fecha (probablemente la de registro del libro en el catálogo del Círculo de la Armonía): “4 ENE. 1914”. 
 



    En la primera página del prólogo (pág. 5, no numerada) aparecen los dos sellos, dos veces el primero mencionado y una vez el segundo. Puede observarse que el segundo sello, el del Círculo de la Armonía, aparece sobreimpreso encima del primero, lo cual podría dar a entender que el libro pasó de la Biblioteca Popular de Riotinto al Círculo de la Armonía de La Atalaya, aldea de Minas de Riotinto ya desaparecida que se situaba al lado de la famosa corta Atalaya, que llegó a ser la mina a cielo abierto más grande del mundo. Sus dimensiones giganteas siguen asombrándonos.

    Como dato curioso hay que resaltar una errata llamativa: en la página 125 se debería iniciar el capítulo XIV, pero el número romano que aparece arriba es el XV. Dicho error tiene sus consecuencias en los capítulos posteriores, que se suceden a partir de dicho número erróneo hasta llegar, al final, al capítulo XXVI, que en realidad es el XXV.


    Informaciones y reflexiones sobre dicho ejemplar, que estaba entre las posesiones de mi llorado abuelo materno, Manuel Fernández Pérez, el Gordito, nacido en 1912 y fallecido en el verano de 1994:

   Estas crónicas de Benavente pertenecen a una serie publicada probablemente en la prensa de la época (finales del siglo XIX o principios del XX) en las que el escritor madrileño va comentando la actualidad de entonces: los estrenos teatrales, la prensa, la ópera, la guerra de Marruecos, las novedades parisinas, los toros, la pintura, las actrices que llevaban tras de sí los suspiros y las miradas anhelantes de las multitudes...

    Encontramos también aforismos geniales como “La mujer siempre está vistiéndose”.

    Conservo también otro libro, adquirido por mí hace años en una página web de compraventa de libros de segunda mano, que es el tomo VII de las Obras completas del genial escritor madrileño, galardonado en 1922 con el Premio Nobel de Literatura. Por cierto, este año, el 12 de agosto, se conmemora el septuagésimo aniversario de su muerte.

    Este segundo ejemplar corresponde a la tercera edición de las obras completas de don Jacinto a cargo del editor M. Aguilar (Madrid, 1946). Tiene unos preciosos dibujos a color hechos a mano de un arlequín y de máscaras teatrales en los tres cantos del libro, así como dos exlibris: uno es un sello de tinta que reproduce la firma del propietario (Ricardo Balbás Aguado) y el otro, una pegatina perfectamente enmarcada con los datos del mismo, es decir, su dirección y su teléfono. 

 

 
 
    En dicho tomo aparecen completas las crónicas tituladas De sobremesa. Concretamente contienen un total de 213 capítulos, por lo que inicialmente deduje que si en 1910 se publicaron en volúmenes independientes (y el primero tenía 25 capítulos), el número de tomos de dicha serie planeados por el editor sería unos ocho aproximadamente. Sin embargo, encuentro el dato en Internet de que la serie de crónicas fueron un total de cinco, cinco tomos por tanto.

    Por otra parte, ¿qué era el Círculo de la Armonía? Probablemente una logia masónica. Recordemos que la masonería tuvo mucho auge en la provincia de Huelva en el último tercio del siglo XIX. ¿Algún masón afanó quizás el ejemplar de la Biblioteca popular de Riotinto para que este pasase a formar parte de los fondos librescos de su logia? Los libros antiguos dejan muchas huellas de los dedos que los hojearon, aunque no siempre somos capaces de deducir qué significan.

    Volvemos al otro libro, a De sobremesa. Aquí me asalta una duda: si la Biblioteca popular de Riotinto es la antecesora de la actual biblioteca municipal de Minas de Riotinto y si el sello del Círculo de la Armonía (con fecha de 4 de enero de 1914) es claramente posterior al anterior, ¿podría decirse que el libro que “heredé” de mi abuelo puede llevar más de 110 años sin ser devuelto? Sería gracioso, ¿verdad?

    De todas maneras, mi familia estará aún muy lejos del récord mundial: una biografía del arzobispo de Bremen fue prestada en la biblioteca de la Sidney Sussex College (Cambridge) en 1668 y no fue devuelto hasta... ¡1956!, es decir 288 años después.

    Me asaltan otras preguntas. Por ejemplo, ¿qué relación tuvo mi abuelo materno con ese libro? ¿Llegó a leerlo en alguna ocasión?

    En el altillo de un cuarto de la planta de arriba de su casa guardaba, entre otros viejos libros, cientos de novelas populares del oeste de Marcial Lafuente Estefanía, a las que era muy aficionado. Allí fue donde encontramos el libro de Benavente.

    Es curiosa la historia de cómo los libros influyen en las personas. Se dice que los clásicos, por ejemplo, lo hacen incluso en quienes no los leen. Hay, por ejemplo, millones de personas que no han leído (ni leerán nunca) el Quijote, pero tienen (o tuvieron) una idea cabal de lo que Cervantes quiso expresar en él.

    Un día mi abuelo me dijo que quería llevarse a su casa para leerlo un libro que tenían mis padres y en el que nadie había reparado hasta entonces: El desastre de Annual, de Ricardo Fernández de la Reguera y Susana March. Me llamó la atención que lo devolviese a su estantería de nuestro salón justo al día siguiente. ¿Quizás lo devoró en una sola tarde o solo llegó a empezarlo? Jamás lo sabré.

    Por último, diré de las crónicas de Benavente de mi abuelo que las leí con placer hace ya unos años. Las leí y las disfruté mucho (al menos alguien de la familia lo hizo en más de un siglo). Estaría bueno que ninguno de nosotros lo hubiese hecho en tanto tiempo.

    He de decir, en desagravio de Manuel Fernández Pérez, mi abuelo, que pudo habérsele “olvidado” devolver el ejemplar a causa de su participación en la guerra civil en un bando que no era el suyo, aunque a sus nietos siempre nos contó (una más de tantas historias fabulosas que aún corren de boca en boca de una generación a otra) que la guerra la pasó escondido en el pozo de su huerto, quizás -esto lo añado yo, su nieto escritor- leyendo.

    De todas maneras, él no había aún cumplido los dos añitos cuando alguien estampó en el libro mencionado el sello del Círculo de la Armonía.

    La guerra civil destruyó muchas bibliotecas, muchos registros de préstamos y devoluciones y, sobre todo, la serenidad de varias generaciones de españoles. Devolver un libro que había sido prestado antes de la guerra era lo de menos. Lo importante era entonces sobrevivir.

    Quizás también influyó en mi abuelo el deseo de mantener aquel libro como recuerdo de una época feliz, anterior al desastre bélico: la de sus padres. O a lo mejor quiso conservarlo como reliquia de papel, como fruto artístico que era necesario mantener en una época terriblemente oscura en la historia de este país. La esperanza en mejores tiempos, propicios para la transmisión a los nietos de las virtudes de libros como el de Benavente, quizás fue lo que lo impulsó también a no devolverlo.

    Probablemente, el hecho de que el autor del libro, Benavente, fuese de ideas republicanas, no contribuyó a que mi abuelo decidiese reintegrar aquel ejemplar, ya que esa acción le podría haber supuesto algún problema con las autoridades franquistas.

    El caso es que el libro ha llegado a mi poder y que MANIFIESTO

   Que pido disculpas a los responsables de la biblioteca de mi pueblo por la tardanza en devolver el libro.

    Que dicho ejemplar tiene dos páginas rasgadas de izquierda a derecha, pero aún encuadernadas, así como algunas páginas sueltas. En algunas partes el ejemplar se halla descuadernado, por lo que no puede abrirse mucho.

    Que en general el libro se halla en buen estado, aunque hay que manejarlo con cuidado (en los bordes de las páginas el papel se va desgastando y perdiendo).

    Que espero no me hagan pagar un precio excesivo de multa por la tardanza en devolverlo.

    Que no quiero batir el récord de los poseedores de la biografía del arzobispo de Bremen y estoy decidido a devolverlo a la biblioteca municipal de Minas de Riotinto.

    Ya lo escribió el profeta Ezequiel: “el hijo no cargará con la culpa del padre, ni el padre cargará con la culpa del hijo”.

    Amén.


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