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Mostrando entradas de junio, 2025

EL ALMA DE LA MÚSICA

         Recuerdo, por ejemplo, de la época de mis primeros años de juventud, que un día nuestra cocinera, con lágrimas en los ojos, irrumpió en la habitación: le acababan de comunicar que Charlotte Wolter (la actriz más famosa del Burgtheater) había muerto. Lo más grotesco de aquel dolor exagerado era, por supuesto, que nuestra anciana cocinera medio analfabeta no había estado ni una sola vez en el Burgtheater y no había visto a la Wolter ni dentro ni fuera del escenario; pero en Viena, una gran actriz nacional era propiedad colectiva hasta tal punto que incluso los que no se interesaban por el teatro percibían su muerte como una catástrofe.     Stefan Zweig: El mundo de ayer. Memorias de un europeo (editorial Acantilado, 2001).     Siempre le había gustado la música.     Cuando era pequeña, se quedaba escuchando detrás de la puerta, en el rellano de la planta de abajo, las leccio...

EL PORTERO DE BALOMPIÉ

                      Los porteros de foot-ball , igual que los toreros, odian los días de viento porque el aire entonces le da al balón trayectorias inverosímiles que los obligan a esforzarse mas que en ninguna otra ocasión.     Aquel día, Z. estaba nervioso. La tarde se había vuelto plomiza y las nubes llegaban empujadas por un viento frío y desapacible.     Fue a la salida de un corner . La pelota, que venía al primer palo desde la derecha del portero, inició un vuelo majestuoso en busca de un rematador. No hay, por cierto, emoción comparable a la de ver volar un balón que persigue el fondo de la red.    Z. la golpeó de puños, pero no con la suficiente fuerza. Hubo varios rechaces que llevaron el esférico al otro lado.     Allí, a la izquierda de Z., surgió la figura de A., el vecino de su mismo pueblo, aquel zagal que estaba empezando a jugar en la primera categor...

A LAS ALADAS SANDALIAS DE MERCURIO

  A la encendida memoria de Rafael de Cózar, que murió intentando salvar de las llamas su biblioteca   ♣                                         ...en verdes hojas vi que se tornaban los cabellos que’l oro escurecían… GARCILASO DE LA VEGA.     La otra tarde se paró en medio de su sala de estar. Iba de un asunto a otro, enredado, embolicado como siempre, de un papel a otro papel, como si su casa se hubiese convertido en una continuación de su oficina. Pero se detuvo porque creyó vislumbrar un temblor en un cuadro de la pared.     Era un grabado que, hacía catorce años, le había regalado su autor durante la entrega de un premio a un querido profesor de su facultad ya fallecido.     Catorce años de a...