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LA ISLA DE LOS FAISANES

  


   La entrega de María Antonieta debe poner de manifiesto la despedida de todo -y de todos- lo que la une a la casa de Austria. También para esto han ideado los maestros de ceremonias un símbolo especial: no solo nadie de su séquito puede acompañarla a través de la invisible línea de la frontera, la etiqueta exige incluso que no pueda conservar en el cuerpo desnudo ni un hilo de fabricación patria, ni un zapato, ni una media, ni una camisa, ni una cinta. Desde el momento en que se convierta en María Antonieta, delfina de Francia, solo podrá envolverse en telas de origen francés. Así que en la antesala austríaca la catorceañera tiene que desnudarse completamente ante todo el séquito austríaco. Por un instante, el tierno cuerpo de niña aún sin florecer brilla en su desnudez en la oscura habitación; luego le echan encima una camisa de seda francesa, un jubón de París, medias de Lyon, zapatos hechos por los zapateros de la corte, encajes y mallas. Nada puede conservar como recuerdo querido, ni un anillo, ni una cruz… 


Stefan Zweig: María Antonieta (editorial Acantilado).



   …pero, en este punto, hay que aclarar que María Teresa de Austria era hija de Felipe IV. En ese momento Francia y España mantenían aún la Guerra de los Treinta Años. En 1660 ambos países negociaron la paz y esas conversaciones fructificaron con la firma del Tratado de los Pirineos. Condición importante para el acuerdo fue el matrimonio entre la infanta María Teresa y el rey Luis XIV de Francia. El matrimonio por procuración tuvo lugar en Fuenterrabía el 3 de junio. La boda solemne, en San Juan de Luz el 9 de junio de ese año. Los desposados se habían conocido tres días antes en la isla de los Faisanes, en el río Bidasoa, que es actualmente el condominio más pequeño del mundo, de soberanía compartida por los dos países medio año cada uno. Parece ser, por cierto, que tuvieron una buena impresión...



   Don Mateo, el profesor de Historia Moderna, va enlazando nombres de reyes, infantas y delfines de Francia, mezclados con los de conflictos bélicos apenas recordados y fechas, muchas fechas.

   Los alumnos, una docena apenas, se ocultan detrás de sus ordenadores portátiles que, supuestamente, utilizan para tomar apuntes.

   Es viernes por la tarde. El Black Friday y el frío han sido argumentos poderosos para hacer que asistan pocos a la clase de hoy.

   El lunes próximo hay un examen de la asignatura y, por ello, algunos se han visto forzados a acudir a clase. Alguno se entretiene con un videojuego en el que se trata de fichar jugadores de La Liga para un equipo virtual. Las estadísticas de los partidos reales de dichos futbolistas van provocando cambios de fortuna en los jugadores. Todo el mundo no hace más que pensar en el derbi Sevilla-Betis del próximo domingo. Hace tres días quedaron para pegarse aficionados de ambos equipos. Mateo sabe todo eso y, a duras penas, logra mantener su entusiasmo junto a la pizarra. 

   Queda poco para que acabe la clase. Algunos alumnos murmuran entre ellos. El profesor se ha enredado él solo en la cuestión del parentesco entre María Teresa de Austria y Borbón y María Antonieta de Austria. “Eran primas lejanas de la casa de Habsburgo y ambas empezaron su vida pública en islas en la frontera entre sus países y Francia…”.

   Suena el timbre. Hay una estampida. Los autobuses vendrán llenos y hay que evitar quedarse en la parada pasando frío.

   El profesor, un tanto cansado por las correcciones, el frío y los madrugones de la semana, con gesto cansado recoge sus pertenencias y se dirige a la puerta.

   Allí lo espera una alumna, que le pregunta qué quería decir con las islas de las dos reinas. Él, conmovido, no puede evitar que se le escape una lágrima.

   Media hora más tarde, delante de unas humeantes tazas de té, hablan de nombres de reyes, infantas y delfines de Francia, de batallas e islas, muchas islas.

   Al fondo de la calle, se oyen gritos de guerra.

   La cafetería, en medio del río, es territorio de frontera.




 

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