Me parece lamentable
cuanto menos la "segunda muerte" de Isabel Carrasco. Por
muy "bicho" que haya sido (cosa que ni conozco ni quiero
conocer), creo que es necesario respetar su memoria al menos no
ofendiendo su nombre y no pedir que les suceda lo mismo a políticos
como ella. Eso es enaltecer el terrorismo, la locura, la violencia
desmedida, la cultura de la muerte. Yo me he quedado de piedra estos
días leyendo determinados comentarios en Internet. ¿Este es el país
en el que vivo? Estoy pensando seriamente en emigrar a la
Cochinchina.
El otro día en Colombia
le rompieron en las narices uno de sus libros al escritor Mario
Vargas Llosa. Él, impertérrito, declaró que se empieza rompiendo
los libros de una persona y se puede terminar matándola.
Esas actitudes se llaman
totalitarias y ya sabemos por la Historia a dónde nos ha conducido
el fanatismo totalitario tanto de izquierdas como de derechas.
¿Y por qué, por otro
lado, hablamos tan mal de alguien que apenas conocemos, salvo por dos
o tres comentarios, anónimos muchas veces y por tanto cobardes, que
se hacen en un periódico o en una red social?
Yo entiendo cada vez menos
esta carga de fanatismo y de odio que está llevándonos por aguas
embravecidas en este país. ¿Ya no nos acordamos de 1936? ¿Hay que
hacer nuevas fosas cuando aún no se han desenterrado restos de las
viejas?
Hay que amar, amar, amar,
viajar, viajar, viajar y leer, leer, leer. Lean a Stefan Zweig, por
ejemplo. En El mundo de ayer
(magnífico libro de memorias) retrata perfectamente cómo el
fanatismo político terminó con un mundo de seguridad y de fe en el
individuo en la Austria inmediatamente anterior a la Primera Guerra
Mundial.
¿Cuánto cuesta un bote
de pintura para pintar palabras de odio? ¿No es mejor gastar ese
dinero en un buen libro o en una película que nos alimente y nos
reconcilie con la vida? ¿O simplemente, gratuitamente, buscar una
conversación que nos llene de amor y belleza?
Por último, creo que a
los políticos hay que exigirles que hagan bien su trabajo, y debemos
todos hacerlo desde el conocimiento de causa, pero pensar que todos
son unos ladrones y chupópteros no nos conduce a buen puerto, porque
no es así además.
Si dejáramos a un lado la
asquerosa programación de los canales de TDT y cultivásemos más el
espíritu, las tornas cambiarían mucho, pero parece que hay muchos
que no quieren aún una ciudadanía crítica, educada y exigente.
Quizás haga falta aún -no lo sé, disculpen mi ignorancia- una
ciudadanía gregaria, vocinglera y violenta que se deje llevar por la
corriente dominante, que un día en la Red grita puta
a una política y la llama asesina por el hecho de ser diputada y al
día siguiente grita enardecida por los goles del as futbolístico de
turno.
El problema es que, cuando
queramos evitarlo, las trincheras que hayamos ido construyendo
tendrán que llenarse de carne de cañón y para entonces el mundo de
seguridad se habrá desvanecido, y de ello sólo seremos culpables
nosotros.
Comentarios
Los políticos que den ejemplo y se callen de una vez, porque además de ladrones, mentirosos y mal hablados, nos tienen bajo la suela de sus zapatos.
Descanse en paz.