Carta
séptima
Querida
hija:
Termino
con ésta la serie de cartas literarias a ti dirigidas.
Creo
haber contestado en parte a tus preguntas del otro día, cuando
quisiste que jugase contigo al ajedrez.
Te
dediques o no a la afición de escribir, te aconsejo que sigas
leyendo mucho, sobre todo a los autores clásicos. De ellos se
aprenden grandes enseñanzas para la vida, aunque, por supuesto, no
hay que rechazar a los buenos autores contemporáneos.
Creo
haberte transmitido mi pasión por la literatura. Ella nos da armas
contra el aburrimiento y contra la angustia del tiempo.
La
lectura es un diálogo con los hombres del pasado. El escritor
Francisco de Quevedo escribió que leer es “vivir en conversación
con los difuntos”. También dejó por escrito que cuando leía
podía escuchar con sus ojos a los muertos.
La
escritura es algo más que una “balsa de Buda”. Es un medio ideal
para conocer el mundo de los sentimientos y el universo exterior, la
más alta expresión del mundo de las ideas.
Te
darás cuenta con el tiempo de que la vida es una larga partida de
ajedrez. A veces hay que atacar y otras defenderse. Tenemos que
elegir continuamente nuestra posición en el tablero.
Deberás
elegir un día si te dedicas a escribir o a vivir, sabiendo que al no
escribir se es más consciente de la vida.
También
hay una tercera opción, que es la que muchas veces practico: la
escritura mental. Por ejemplo, en un paseo veo situaciones que me
inspiran versos o cuentos. Por ello llevo siempre una libreta de
notas en la que voy anotando mis impresiones al pasear por la ciudad,
aunque muchas veces lo que queda de todas esas notas es una imagen o
una idea en mi mente.
Estas
elecciones vitales de las que te hablo deberás realizarlas sin
prisa, sin agobios, teniendo en cuenta tus estados de ánimo y tus
diferentes situaciones personales.
De
todas maneras, prefiero ante todo que seas una excelente persona
antes que una malvada escritora.
Haz
el bien a los demás por encima de todo.
Lee,
lee, lee y, si te dejas atrapar por esta fiebre literaria mía,
escribe, escribe, escribe.
La
vida es una maravillosa partida de ajedrez que tenemos que jugar
siendo conscientes de cada uno de sus movimientos.
Y
ahora, finalmente, te pregunto yo a ti:
-¿Juegas
conmigo al ajedrez?
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