Olvidados
atabales y chirimías, los empujones sin disculpa posterior, el
bullicio de la gente y su prisa, los horarios que nunca aciertan el
instante preciso de Tu paso por la calle, los restos de basura en las
aceras, las sillitas de plástico, los trajes de estreno...
Olvidados
al fin los negros días de Tu pasión y muerte, las dudas sobre el
destino último de Tus huesos, el desconsuelo de la falta de fe,
quedas Tú, al fin, Señor de la luz, del amor y de la alegría a
nuestro lado, llenando con el resplandor de tu ausencia silenciosa el
fondo oscuro de nuestras almas y cada brillante puntada de fuego
sobre el lienzo del azul celestial.
Señor,
resucitas hoy de nuevo en nuestros corazones. Que Tu palabra siga
guiándonos cada día y ofreciéndonos el consuelo de tu hermosa
vida.
¡Feliz
Pascua de Resurrección, querido lector!
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