--> Mal envueltos en los jirones de sus hábitos, caladas las capuchas, bajo los pliegues de las cuales contrastaban con sus descarnadas mandíbulas y los blancos dientes las oscuras cavidades de los ojos de sus calaveras, vio los esqueletos de los monjes, que fueron arrojados desde el pretil de la iglesia a aquel precipicio, salir del fondo de las aguas, y agarrándose con los largos dedos de sus manos de hueso a las grietas de las peñas, trepar por ellas hasta tocar el borde, diciendo con voz baja y sepulcral, pero con una desgarradora expresión de dolor, el primer versículo del salmo de David: ¡ Miserere mei, Deus, secundum magnam misericordiam tuam ! Gustavo Adolfo Bécquer: El Miserere (1862). Me dijo hace unos días una alumna buenecita que ella veía una serie de televisión en la que salen zombis. La verdad es que me quedé un tanto perplejo, ya que me extrañó que aquella cándida criatura se dedicase ...