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Mostrando las entradas etiquetadas como Navidad

UN VIAJE EN LOCOMOTORA (Cuento de Navidad)

       Ana Laura, de doce años, vivía con su madre en el piso 5º B del bloque.      Habían llegado a España hacía ya tres años y las cosas no iban tan bien como ellas hubiesen querido: Elisabeth (la madre) no terminaba de encontrar ni un trabajo estable ni tampoco una pareja que la convenciera.      El padre de Ana (Víctor) se había quedado en Ecuador trabajando. Separado desde hacía cinco años de Elisabeth, les mandaba mensualmente una pensión de alimentos que era insuficiente para todos los gastos que madre e hija tenían que afrontar en España.      Para colmo, la niña iba mal en los estudios y tenía una autoestima muy baja: se miraba en el espejo y se veía gorda, demasiado morena, con granos en la cara...      Tener doce años, ser ecuatoriana y verse fea eran muchos condicionantes que impedían que pudiese sonreír.      Algunos compañeros, desde hacía ya un año, se metían con ella en el colegio. Era un acoso de baja intensidad, pero muy moles

VIENEN DE MÁS ALLÁ DEL ORIENTE

      Vinieron (vienen) de más allá de las tierras desérticas, de más allá de las montañas del este, de tierras ignotas, de islas ocultas; vinieron (vienen de nuevo) hasta nuestros hogares, habiendo atravesado extensiones de dunas, puentes quebradizos, praderas sin límite barridas por la lluvia y el viento, ríos y arroyos caudalosos, lagos, mares y estrechas sendas.      Vinieron (vienen), en la oscura madrugada de cada seis de enero, con sus sabias palabras para adorar al niño Dios; para que valoremos cada año el gozo de estar vivos; para que no nos olvidemos nunca de disfrutar de la noche más mágica y misteriosa de todo el año.      Vinieron (vienen ahora, una vez más, un nuevo año) con su carga de regalos para que sepamos como nunca (como siempre) que somos queridos. Es inmensa la lista de los presentes que nos traen de su largo viaje: oro de Tharsis, incienso de Catay, mirra de Arabia, diamantes de Méroe, jaspe de Chipre, rubíes de las Sirtes y la alegría de cada instante.

FELIZ NAVIDAD, QUERIDOS

    A la memoria de Ismael Yebra        Queridos lectores:        La semana pasada escribí sobre la belleza y la perfección técnica de la película 1917 , sin duda una de las mejores de los últimos tiempos.      En dicho escrito mencioné de pasada una escena bíblica conmovedora del filme: el militar inglés protagonista, que intenta llevar un mensaje a un destacamento que no es el suyo para evitar una carnicería, logra llegar de noche a las ruinas de un pueblo francés, donde es perseguido por soldados alemanes.      Al fin, casi desesperado, logra refugiarse en el interior de una casa. Allí descubre a una madre joven con su bebé.      Es un momento de calma en medio de la trepidante acción de la cinta, una escena mágica que el director Sam Mendes rueda con una poesía, un simbolismo y un detenimiento asombrosos.      El mensajero y la muchacha se muestran como seres atemorizados que, en medio de las atrocidades que los rodean, logran comunicarse a pesar de la dificultad de hablar dos idio

CABALGATA CELESTIAL (CUENTO DE REYES)

    A mi hija y a todos mis queridos sobrinos, en especial a Juanjo y  Rogelito           Una mañana de finales de diciembre de 2020, llegó a una oficina de correos de la ciudad de Sevilla una curiosa carta.         Era un sobre verde adornado con unos preciosos dibujos navideños con brillantina que lucían espléndidos bajo las luces de neón de la cartería.         Normalmente, las cartas que, como esta de la que hablamos, llegaban en aquellas fechas y que ni siquiera estaban franqueadas con un sello -como manda por otra parte la normativa-, indicaban siempre los mismos destinatarios: Sus Majestades los Reyes Magos de Oriente . La caligrafía de dichos envíos era cambiante, en función de la edad del remitente: a veces, si los niños eran pequeños, sus padres se encargaban de redactar las cartas; cuando ya los niños estaban aprendiendo a escribir, iban rellenando ellos mismos aquellas peticiones de regalos con sus vacilantes primeras letras, pero lo que nunca variaba era el n

NAVIDAD FELIZ

          Porque hace tiempo que nos merecemos un descanso tras un año tan terrible como el que estamos padeciendo; porque hace años, mucho antes del coronavirus, que nuestra existencia se había convertido en un vaivén insufrible de idas y venidas marcadas cada vez más por una aplastante y temible presencia de lo tecnológico; porque habíamos olvidado en gran medida la parte humana de nuestra esencia en aras de una impasibilidad robótica que va en contra de nuestra naturaleza; porque arrinconamos la fe en una esfera tan íntima y privada que ello nos impide compartir con los demás su salvífica presencia; porque sencillamente somos humanos y ello nos debe enseñar la fragilidad de nuestro viaje a través del espacio y del tiempo; porque quizás hemos de desterrar de una vez por todas de nuestro corazón la idea de que seremos más felices cuanto más consumamos productos que al instante desecharemos o porque, simplemente, abandonamos hace ya una eternidad la idea de que podemos ser pequeños d

¡Feliz Navidad!

El año pasado no pude hacerles partícipe de este vídeo (porque no sabía cómo diantres hacerlo). Ahora sí (¡por fin!). Dedicado a los peques de la casa: Venite adoremus Dominum.