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Mostrando entradas de noviembre, 2025

LA ISLA DE LOS FAISANES

      La entrega de María Antonieta debe poner de manifiesto la despedida de todo -y de todos- lo que la une a la casa de Austria. También para esto han ideado los maestros de ceremonias un símbolo especial: no solo nadie de su séquito puede acompañarla a través de la invisible línea de la frontera, la etiqueta exige incluso que no pueda conservar en el cuerpo desnudo ni un hilo de fabricación patria, ni un zapato, ni una media, ni una camisa, ni una cinta. Desde el momento en que se convierta en María Antonieta, delfina de Francia, solo podrá envolverse en telas de origen francés. Así que en la antesala austríaca la catorceañera tiene que desnudarse completamente ante todo el séquito austríaco. Por un instante, el tierno cuerpo de niña aún sin florecer brilla en su desnudez en la oscura habitación; luego le echan encima una camisa de seda francesa, un jubón de París, medias de Lyon, zapatos hechos por los zapateros de la corte, encajes y mallas. Nada p...

¿CUÁNTO DOLOR ES USTED CAPAZ DE SOPORTAR?

        A Puri Serradilla    No dejo de pensar en mis cosas… este maldito perro no para de tirar… un día de estos acabo en el suelo… no me da la vida para tanto: las historias de mis hijos, las manías de mi marido, los agobios del trabajo, los achaques de mis padres… y ahora encima los PRA, los programas de refuerzo del aprendizaje… los tutores tenemos que rellenarlos incluso para los alumnos excelentes… pero a mí no me da la vida… vaya, un perro sin correa, y se viene para mí…, no entiendo a la gente que lleva a los perros sueltos, no comprenden que otra persona o bien otro perro se pueden poner nerviosos, el otro día una compañera se cayó por culpa de un perro suelto, y además su dueño no tuvo ni el detalle de disculparse… si es que vivimos en una sociedad que tiene telita… pues sí, cuando llegue de pasear a este tengo que terminar el proceso de los PRA… a ver si recuerdo cómo se hacía… si encuentro la ruta en Séneca...

EL ABUELO

    A la memoria viva y gozosa  de Mariluz Pérez López, mi suegra    Casi nadie sabe su nombre, pero todos lo llaman por el que mejor se acomoda a su esencia: simplemente El abuelo .    Camina muy despacito, con su andador, por los pasillos de la residencia, sin prisa ninguna, parándose simplemente a contemplar, como desde una escafandra, la vida que pasa rápidamente ante sus ojos de nonagenario.    Apenas habla ya, apenas reconoce a nadie. Solo a veces viene a verlo un sobrino lejano de sonrisa afectuosa, que intenta, sin fruto, que un sentimiento se refleje en el rostro impenetrable de su tío.    Hace ya mucho tiempo que nadie recuerda haberlo visto emocionarse.    Su sobrino, que es maestro, en sus visitas le lleva una tableta en la que le va proyectando imágenes de actores del cine clásico de Hollywood.    Él ve aquellos rostros en blanco y negro y recita, como en una salmodia, sus nombr...