♣ La novela fílmica: cada vez hay menos cine literario (el cual da especial relieve al texto, a las ideas) y más cine fílmico, ceñido al formalismo vacuo de las imágenes de video-clip.
♣ Duda cruel: los autores que nunca publicaron o los autores que publicaron y que luego apenas son leídos: ¿sufren ese silencio por su escasa calidad o debido a que un interesado velo prefiere ocultarlos por decir verdades?
♣ ¿Y esa sensación que crean los medios de comunicación de que todo lo que transmiten nos debe resultar fundamental? Ya está bien de tanta hiperinformación que siembra el miedo a vivir en las gentes de bien.
Miren ustedes: creo que deben ponerse límites entre el derecho a ser informados y el derecho a no ser molestados o manipulados con imágenes y textos morbosos e innecesarios.
¿Que unos bárbaros queman un cajero, derriban una papelera, asesinan a alguien, desnudan a unos futbolistas en pleno campo o tiran un contenedor? Nada, pues ahí están las cámaras para mostrar el destrozo al momento de ocurrir, para envalentonar a los autores de la hazaña y meter el miedo en el cuerpo a la ciudadanía restante (que es mayoría, no lo olvidemos).
Y luego sale ese presentador con cara de pardillo que dice con voz cándida: “esperemos que no cunda el ejemplo”. So ***, ¿cómo espera usted que no cunda el ejemplo si acaba de poner las imágenes de la barbarie? ¡Ah!, y no se meta usted con los medios de comunicación, ¿eh? Ellos nunca tienen culpa de nada, oiga.
Conclusión: salen ganando como siempre los bárbaros (se da publicidad gratuita a sus hazañas) y los medios (el morbo los alimenta), al tiempo que perdemos en tranquilidad los demás. Que informen, pero que lo hagan sin alimentar odios ni temores. La lente de la cámara es a veces más dañina que el objeto al que retrata.
Y por otro lado, ¿qué dicen de esa televisión-estercolero que sacraliza la ausencia de esfuerzo y voluntad, el chiste fácil, el rascarse la barriga (u otras partes) y el dinero a la mano, junto con la pérdida de la intimidad, de la privacidad, ahondando en la confusión entre realidad y ficción, entre vida real e inventada? Pues, ¿qué hay que decir? Que la ve la gran mayoría de los espectadores, con lo que queda demostrada la altura de miras de la cultura de masas.
Por desgracia, el mando a distancia del televisor (por antonomasia, el mando a distancia es siempre el del televisor) se parece cada vez más al fondo del escusado o W.C. El cambio de canal se ha convertido en una actividad escatológica: se trata de ver en qué cadena se defecan más y mejores heces mentales.
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