♣ Leo en una revista de sala de espera de dentista que existe un programa de ordenador (se descarga de Internet, como todo hoy) que permite a novelistas aficionados construir la trama de una novela a partir de una idea previa.
En la misma revista de suso hallo la reseña de un libro escrito por un conocido presentador de televisión (¿tendrá negro su negro?, ¿tendrá el culo negro?) y no puedo evitar enlazar ambas afirmaciones: hoy en día publicar es más difícil que escribir, y eso que todo son facilidades para publicar. Cualquiera escribe hoy cualquier bodrio, pues lo hace el ordenador todo si se quiere (en el país de los ciegos el tuerto es rey, lo malo es que el tuerto es de silicio).
Pero publicar..., publicar es otra cosa: tiene usted que ser alguien en televisión, un rostro conocido que venda una contraportada y planee una novela fílmica (pensada para el cine y el correspondiente merchandising, o mejor mercadeo, de videojuegos, etc.). Quizás en esta época Galdós, Unamuno o Azorín no hubiesen podido sacar sus escritos a la luz pública si no hubieran salido en la caja que atonta.
Y no les basta a algunos presentadores de televisión con atontarnos desde los programitas de televisión. Además, se empeñan en hacerlo desde los teclados del ordenador.
Entonemos una triste elegía por los miles y miles de manuscritos muertos en cajones (ataúdes) que nunca verán la luz y a los que estos diletantes de la pluma les roban la gloria. Claro que siempre es mejor renunciar a publicar un manuscrito pleno de verdad y autenticidad que editar miles y miles de páginas sin sustancia alguna. ¿O no?
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