Ir al contenido principal

♣ Si publicase alguna vez estas tintas, este centón informe, no sé si tendrían éxito estas mis ideas. Han existido siempre buenas obras que no han triunfado porque no fue idóneo el momento en que surgieron, pues se retrasaron o adelantaron demasiado.

Sin embargo, mi empeño es ser leído por mis contemporáneos. No escribo para los lectores de dentro de cien años, aunque a éstos les pueda llegar muy hondo mi obra.

Lo malo es que hoy no llegan al gran público ni las obras maestras de hace siglos. El Quijote, por ejemplo, es una obra para muy pocos elegidos en este mundo de necedades.

Hoy apenas hay tiempo para esa visión del alma que supone la lectura, para el ensimismamiento que produce la imaginación de lo leído, mil veces mejor que millones de imágenes juntas.

♣ La educación:

¿El escritor debe educar? No, no creo que deba ser ése su papel prioritario. El mundo moderno, que crea seres humanos alienados para las grandes cadenas de producción y consumo, denosta la figura del profesor, reducida a la mínima expresión, payaso en medio de un baile de indios. Si se hace eso con quien debe merecer el mayor de los respetos y quien debe atesorar, para transmitirlo, el patrimonio de las generaciones, ¿qué no se hará con los escritores, a quien no es obligatorio atender? El mensaje educativo que pueden transmitir los escritores irá dirigido siempre a quien menos lo necesite.

La Literatura sí debe ser, entre muchas otras cosas, denuncia ética de situaciones injustas o indeseables, pero no debe olvidar que su queja tendrá siempre eco entre un público más o menos cultivado que no necesita de adoctrinamientos morales.

Creo con más fervor en el papel educativo que podría tener, y que no tiene, la televisión, pues llega a más gentes, que en el de los libros.

Comentarios

Entradas populares de este blog

FOTOGRAFÍAS ANTIGUAS DE LA SEMANA SANTA DE SEVILLA

    DENEGACIÓN Y AUSENCIA DE LA HISTORIA   La Semana Santa no había existido nunca. Es cierto que se celebró otros años. Pero auténtica existencia no tiene hasta este Domingo de Ramos. Las otras Semanas Santas pertenecen a la Historia, es decir, al recuerdo. Y toda memoria se va, desaparece con su cauda de tiempos y acontecimientos, ante el hecho sencillo de salir los nazarenos a la calle. La Semana Santa surge en resurrección de milagro, que olvidan referencias y avatares. Por eso la Semana Santa es incapaz de filosofía e historia. En estos días no se razona. Se siente nada más. Se vive y no se recuerda. La Semana Santa no ha existido hasta ahora mismo. Queda lejana toda cuestión previa. Inútil buscarle raíces teológicas o tubérculos históricos. Nace la Semana Santa en sí, para sí y por sí. Es autóctona, autónoma y automática. Nace y crece como una planta. Dura siete días y en este tiempo germina, levanta el tallo, florece, fructifica y grana. Acaba finalme...

LIBRO (AÚN) NO DEVUELTO A UNA BIBLIOTECA MÁS DE 110 AÑOS DESPUÉS

      Ficha bibliográfica:     Título: De sobremesa .     Subtítulo: Crónicas .     Autor: Jacinto Benavente (1866-1954).     Editor: Librería de Fernando Fe (Puerta del Sol, 15).     Lugar: Madrid.     Descripción física: 299 páginas.     Fecha de publicación: 1910.     Información bibliotecológica:     En la última página numerada, la 299, aparece la referencia FIN DE LA 1.ª SERIE.     El ejemplar tiene un tejuelo pegado en el lomo en el que se lee impreso el número 72. También en el lomo del libro está grabado en oro el número 1 (que corresponde seguramente al número de la primera serie de crónicas de Benavente).    En el interior podemos ver varios sellos de tinta:       1) Uno de tinta azul oscura con forma de libro abierto por la mitad: en la página izquierda, el lema “Biblioteca Po...

¿POR QUÉ NO SE CALLAN LOS ALUMNOS DE HOY?

       Querido lector:     Cuando me preguntan algunos amigos por mi agotador trabajo de profesor, siempre terminamos hablando del mismo asunto: de la cháchara interminable de muchos alumnos que sucede una y otra vez mientras el profesor está explicando.     En mi época de estudiante esto no sucedía porque simplemente te buscabas un problema si osabas interrumpir al profesor con tu charla. Entonces funcionaba aún la fórmula del jarabe de palo, por lo que los alumnos -temerosos del regletazo - nos esforzábamos en portarnos bien, estudiar y hacer las tareas.     Era aquél un sistema en el que la autoridad del maestro o del profesor era incontestable y en el que la sociedad entera podía aplicar sobre ti la autoridad. Incluso cualquier señor desconocido podía tirarte de las patillas en plena calle si veía que estabas haciendo el gamberro.     Si tus pad...