LAS TRIBULACIONES, INVENCIONES Y CAVILACIONES DEL PERIODISTA Y CRONISTA PEPELECHE, RECOLECTADAS POR EL INSIGNE AUTOR D. JOSEPH PINCHO.
Cuentan
las lenguas dignas de fe que Pepeleche, inventor de esta obra, se
llamaba en realidad de otra manera, pero que en sus años escolares
le fue impuesto por sus compañeros de clase el susodicho alias
debido a las enormes gafas de pasta dura que se vio obligado a usar
por causa de su gran miopía.
“Gafitas
cuatro ojos, capitán de los piojos”, le decían primero, pero
cuando se cansaron de esa cantinela empezaron a llamarlo Pepeleche, a
raíz de que un día el maestro de gimnasia le espetó la frase “Ves
menos que Pepe Leche”.
A partir
de ese momento, Manuel José Fernández Gómez fue rebautizado de por
vida, gracias también a su aceptación de aquel mote, con el nombre
antedicho.
Pepe
creció feliz en su patria chica, el pueblo huelveño de Minas del
Río Tinto, rodeado del cariño de sus padres y hermanos, pero con
diecisiete años hizo las maletas y se asentó en la ciudad de
Sevilla para estudiar la carrera de Periodismo.
Porque a
nuestro hombre siempre, desde pequeño, le había gustado mucho
escribir. Le atraían los periodistas, hombres intrépidos que, en
pos de la noticia, salían cada día a las calles para redactar
historias cotidianas. Periodista era también el protagonista de los
teatros escolares que él había escrito al alimón con dos
compañeros de pupitre.
Al fin
Pepeleche se convirtió, después de terminar la carrera, en
periodista de un conocido diario editado en la capital hispalense.
A partir
de entonces inició una trayectoria de la que yo su amigo, José
Pincho, puedo decir que ha sido ejemplar.
Pero hace
un tiempo que Pepe nos dejó. No, no murió, como habrá pensado el
lector, sino que decidió dar un vuelco a su vida, vender su coche y
viajar hasta el Tíbet para encontrar la iluminación.
Y por
allí debe de andar aún, buscando el nirvana entre las cumbres
nevadas del Himalaya.
A mí me
nombró albacea testamentario, tarea que no me resultó difícil, ya
que sus posesiones terrenales eran muy escasas. Entre ellas, rescaté
un arca de madera, apolillada y cubierta de polvo, en la que, entre
muchos viejos recortes de prensa, hallé una resma de folios rellenos
con su pequeña y minuciosa letra. Dicho legajo, amarillento por el
paso del tiempo y terriblemente desordenado, logré clasificarlo tras
ardua tarea. Era el mejor homenaje que podía hacer a mi amigo, quien
entonces ya quizás hubiese llegado en sus meditaciones al estado de
levitación.
Al final
de la tarea de clasificación, pude recomponer aquel rompecabezas de
folios y entresacar los distintos libros misceláneos que lo
componían: reflexiones ensayísticas tituladas Susurros de
palabras en el viento, poesías, microrrelatos, recuerdos de
infancia, el esbozo de una novela corta, borradores de sus pesquisas
periodísticas y otros textos sueltos que no terminaban de encajar en
ninguna de las categorías mencionadas.
De todo
aquel montón de papeles, fruto del Pepeleche activo e intrépido que
yo conocí, previo al buscador de iluminaciones en que se convirtió
después, hice una criba y decidí editarlo bajo el título de Las
tribulaciones, invenciones y cavilaciones del periodista Pepeleche
en este cuaderno de bitácora, expresamente creado para la ocasión.
En
estas páginas encontrará Vd., querido lector al Pepeleche más
incisivo, al más poético y fabulador.
Estoy convencido de que, al dar a conocer estos textos,
de alguna manera “revivo” a alguien que nos ha dejado en pos de
un buscado abandono de sí mismo.
Son estos textos la fotografía de un Pepeleche
charlista y extravertido, muy alejado de la imagen que actualmente
tenemos de él sus amigos: la de un monje budista en armonía con el universo.
Desconozco si alguna vez lo volveré a ver en este
mundo, ya que antes de irse dejó una nota en la que se afirmaba en
su voluntad de dejar atrás el ruido de la civilización para
encontrarse consigo mismo en la meditación y en la oración.
A
pesar de su voluntad de silencio y de olvido, he querido dejar
testimonio en estas Tribulaciones...
del mejor amigo que he tenido nunca en esta tierra, de un hombre
bueno y cabal que espero haya encontrado al fin la serenidad y la
paz.
José
Pincho.
23-3-2015.
Comentarios