Hace unos meses quedé con mi hermana Ana en Sevilla para tomar un café de media tarde. Como no tenemos muchas ocasiones de vernos durante el curso, tenemos que aprovechar las ocasiones que se nos presentan para ponernos al día y para reírnos, sobre todo para reírnos, que es costumbre muy sana.
En aquella tertulia cafetera me contó una historia preciosa, la de un antepasado de una compañera suya llamada Fina: la de su abuelo Joaquín de las Heras Ruiz.
Es una historia real, tan real que aparece recogida en un acta del ayuntamiento republicano de Montoro (Córdoba) en plena guerra civil española, concretamente en la del 3 de septiembre de 1938.
Dicho ayuntamiento se reúne ese día accidentalmente (por causa de la guerra lo más probable) en la calle Miguel Gallo número 8 de la villa de Cardeña, bajo la presidencia del alcalde Juan Calleja Isasa y los miembros del consejo Manuel Jurado Bonete (teniente primero de alcalde), Juan Rueda Martín (teniente segundo) y los consejeros Ildefonso Barbado Sánchez, Francisco Pineda Neira, Pedro Jurado Benavides, Nicolás Olmo de la Cruz, Antonio Medina Serrano, Domingo Borreguero Camino, Francisco Rodríguez Reyes y Juan José García Martínez, al objeto de celebrar sesión supletoria de la ordinaria del 1 de septiembre, que no tuvo efecto por falta de asistencia de mayoría absoluta de miembros del Consejo. Dejaron de concurrir Juan González Delgado y Diego Hermo[so] Cazorla.
Después de algunas deliberaciones referidas a un contrato de venta de maderas a un carpintero y a la donación de mil pesetas para las obras de fortificación de la provincia, se dio lectura a un escrito autorizado por el camarada don Joaquín de las Heras Ruiz, que copiado a la letra dice así:
Señor Alcalde Presidente del Consejo Municipal de Montoro:
El que suscribe, mayor de edad, vecino de Montoro y actualmente evacuado con residencia accidental en la Villa de Cardeña, tiene el honor de dirigirse a la Corporación Municipal de su presidencia y con la debida consideración expone:
Que mientras subsista la actual situación económica del firmante y usando de su libérrima potestad de disponer de lo que es suyo, concepto que se cree obligado a utilizar para que sea respetado y atendido este deseo, ofrece a este Consejo Municipal un donativo mensual de ciento cincuenta pesetas que, respondiendo a su voluntad y salvo disposiciones más acertadas de su autoridad, vería con satisfacción que fueran destinadas a los siguientes fines:
1°. A la concesión de un premio de cincuenta pesetas mensuales al maestro o instructor que ejerza una de las cuatro escuelas de nueva creación que proyecta instalar el municipio de Montoro en nuestra sierra y justifique, ante tribunal que designe la Corporación, haber desempeñado su misión educadora más eficientemente, ofreciendo mayor número de alumnos aventajados gracias a sus esfuerzos personales.
2°. A otorgar dos premios de cincuenta pesetas, o cuatro de veinte y cinco, cada mes a igual número de niños de ambos sexos que demuestren mayor aplicación y amor al estudio en examen mensual calificado por tribunal competente, nombrado así mismo por la Corporación Municipal, pudiendo su autoridad establecer las condiciones que juzgue necesarias para resolver los casos de falta de méritos o su repetición consecutiva en las mismas personas.
Por tratarse del cumplimiento de un deber ciudadano, devolviendo o entregando lo superfluo e innecesario en beneficio popular, ruego a V. [Usted] excluya el hecho de la publicidad, salvo en casos imprescindibles de carácter oficial o en que su autoridad entienda puedan servir de emulación, suplicando lo atribuya entonces a “un montoreño aficionado a la cultura”.
De la cantidad donada puede disponer desde el corriente mes de agosto. Salud y República Democrática. Cardeña, 30 de agosto de 1938 = Joaquín de las Heras. Rubricado.
«Y el Consejo Municipal, teniendo en cuenta el desprendimiento que hace el citado camarada D. Joaquín de las Heras con un fin tan altruista, acordó aceptar el ofrecimiento hecho y que se oficie del mismo, dando las gracias en nombre de esta Corporación por tan noble proceder y que conste en acta dicho extremo para que sirva de estímulo a los que debieran imitar tal conducta.
Con lo que se dio por terminada la sesión, siendo las veinte horas y quince minutos, acordándose extender la presente acta que firman todos los concurrentes, de que yo, el secretario, certifico».
Es
un texto precioso por su lenguaje de época y, sobre todo, por la donación altruista de don Joaquín de las Heras, “un montoreño aficionado
a la cultura”.
Son
conceptos que hoy nos suenan incluso
anticuados, en una época de tantas
prisas y de tanta falta de educación.
Ante la crisis económica que nos azota y la incertidumbre de una guerra muy cercana, es necesario volver la vista a ejemplos del pasado como el que traigo hoy a este blog, un gesto filantrópico digno de ser emulado.
Que la luz del conocimiento siga iluminándonos el camino, aficionados a la cultura.
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