Hace unos días estaba un servidor escuchando una tertulia radiofónica en la que se discutía si las grandes superficies comerciales (los grandes templos del hombre de hoy, como bien nos cuenta Saramago) pueden abrir veinticuatro horas al día durante todo el año. Pues bien: un oyente llamó al programa defendiendo esta apertura sin límites, alegando que “hay que racionalizar las estructuras económicas, puesto que las pequeñas empresas resultan inflacionistas”. Es decir, en cristiano, que como hay que abaratar costes, pues que se demuelan las tiendas de toda la vida con sus dueños dentro si es posible. Eso que se lo digan si pueden a Mariano, el dependiente de toda la vida de la ferretería de mi calle, con más de cuarenta años trabajando allí. Verán lo que les contesta: ******** (irreproducible).
Me pregunto qué literatura frecuentará aquel tipo de la radio: más bien ninguna, porque ésta será para él una inútil pérdida de tiempo, al tener una agenda tan ocupada y racionalizada. Aunque quizás me equivoque y sí se ocupe de leer lo último del mercado, aquel libro de allí, señorita, sí, el primero de esa lista, sin tener ni pajolera idea de lo que está comprando. O peor, quizás sea uno de esos tipos que compra los libros por metro cuadrado y/o por el color del lomo, para que queden muy bonitos al lado del jarrón cerámico horroroso de la tía Perica, claro que es un compromiso, oye, que luego ella viene mucho a casa y si resulta que no está el jarrón... y claro, los libros lo disimulan un poco.
¿Y en Arte? Lo mismo de lo mismo. A cualquier mosca estampada contra un gran lienzo blanco la llaman hoy obra de arte. Hoy aparecen en las enciclopedias los vulgares cuadros de Van Gogh al lado del diseño futurista, minimalista y a la vez cándidamente exhibicionista de una silla de diseño de Mattita Rivelles.
El artista total (humanista, artesano, filósofo...) ha sido reemplazado por el diseñador de moscas o por los autores de graffiti (el arte urbano de hoy en día). En realidad, obra de arte es también ese traje del diseñador Tal, las gafas de diseño de Fulano Pascual o la falda de piel de leopardo imitación de Mengana Zotal, que luce nueva talla de pecho, ¿no te has enterado?, tú eres un inculto, hijo. Pasa lo mismo con la palabra cultura, oye: hoy se hiperutiliza para todo (todo es hoy hiper- o super- lo que sea). Se habla de “la cultura del fútbol”, de “la cultura de la tapa” o ”la cultura de la aceituna sin hueso”. Todo es hoy cultura, hasta la mosca aplastada en el lienzo. Por cierto, ¿cuándo morirá el último humanista? Cada vez que fallece algún ilustre prócer de los de antes lo quieren definir con esa etiqueta. ¿Es que el Humanismo aún no ha muerto del todo? Eso demostraría que aún hay esperanzas, que no todo está perdido.
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