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♣ La nueva familia ultramoderna:

El padre primero le explicó a Luis que el padre segundo lo había tenido a él con una madre-probeta, que después resulta que se había ido a vivir con una tía suya (del niño), con quien había tenido gemelas concebidas de los depósitos de algún banco de esperma.

-Sí, eso lo sé. Pero papá primero, dime: ¿quién es la mamá de mi osito?, ¿le hicieron una operación de cambio de sexo?


***


♣ El problema es que hoy en día la gente cree que ya no hay problemas. Alguien ha hablado del final de la historia, queriendo aludir sin duda al final de las ideologías revolucionarias.

Todo parece ya inventado, descubierto, hollado, manido; no hay utopías que localizar en lontananza. Se acabaron los pasquines, las proclamas y los manifiestos. En esta sociedad adormecida, atomizada (y también atómica), atontada y bien cebada son las cajeras de los supermercados las que tienen que dictar las normas básicas de educación: “Por favor (el por favor es opcional), pasen por esta caja respetando el mismo orden”. Pero si llegas y no lo respetas no pasa nada. Nuestra lista de derechos aumentó en número inversamente proporcional al de nuestras obligaciones.

Al fin y al cabo, el que se queja por algo que considera injusto es el que se lleva el gato al agua, pero lo hará siempre, en un 99,99% de las ocasiones, pensando solamente en su interés egoísta. A los demás que les den. Y el amable y educado que pierda.


***


♣ Ayer presencié un caso curioso: un ciudadano cabreado había parado el tráfico en un paso de peatones y estaba dando un cursillo básico de normas de educación vial al conductor del coche que tenía delante, el cual –supuse yo por las trazas- había intentado pasar cuando aquel pobre caminante estaba atravesando la calle, con el consiguiente peligro para su integridad física y psíquica.

-Mire usted, esta señal indica paso de peatones (decía señalando con un puntero inexistente el dibujito del peatón sobre el paso de cebra). ¿Sabe usted lo que es un peatón o se lo explico de nuevo? ¡¡Y estas rayitas de aquí debajo indican que el peatón que cruza en un paso de peatones como éste de aquí debe tener preferencia!! ¿Es usted capaz de establecer una relación entre esta señal y lo que representa, so merluzo?


***


♣ La nueva religión:

“¿Cómo dices?, ¿que qué? (gritando) ¡Ah!, por la salud de tu madre, ¿verdad, cariño? ¿Cuántos años tiene tu madre? Noventa, ¿eh? Espera, que voy a consultar con la bola... (apenas la mira) ¡Ah!, pues está mal de salud, ¿eh?...”

Los nuevos videntes son los oficiantes de la nueva religión, una religión más personal, más cercana a los problemas del hombre (y la mujer) de hoy, preocupada por su soledad infinita en la gran urbe y por los ceros de su cuenta corriente.


***


♣ El censor:

-Mire usted, le voy a decir una cosa: me parece magnífico que usted se muestre preocupado por toda esa serie de valores que se han perdido ya, pero ¿por qué hace usted decir a su protagonista que no quiere ser patrimonio moral de nadie? Mire, yo creo que usted seguramente no es tan virtuoso como pretende aparentar, de ahí la contradicción que le comento. Lo suyo no parece moral sino moralina.

-Pues no, seguramente no soy tan virtuoso como pretendo que lo sea usted. Sin embargo, yo podré estar podrido por dentro, corrupto, saturado de maldad y egoísmo, pero debo mostrarme siempre digno ante mis lectores. Recuerde usted a don Manuel Bueno, aquel cura que imaginase don Miguel de Unamuno en aquella magnífica novela (San Manuel Bueno, mártir), roído por la culpa al verse obligado a hacer creer a sus feligreses aquello en lo que hacía tiempo él había dejado de soñar. Todo autor tiene una moral, un repertorio –que no escuela- de costumbres, aunque sea en tiempos amorales como éste que padecemos. Yo no busco acólitos, epígonos ni discípulos peripatéticos. Solo quiero que alguien sonría cuando lee mis palabras y que pueda considerarlas suyas, aunque no tengan ninguna utilidad. No soy más que un portavoz de lo que mucha gente piensa. ¿Algo que objetar?

-Nihil Obstat.

-Ah, bueno.


***


♣ La máxima de la variedad en la unidad, propia de la novela renacentista, la cual hizo posible El Quijote, hoy se hace llamar fragmentarismo o multiperspectivismo. Este afán nominalista de hogaño hace nominar también intertextualidad a la imitatio de toda la vida (por favor, nunca confúndase con el plagio vil).

El juego de los espejos, retratado una y otra vez por la literatura metanovelística y experimentalista, como ocurre casi siempre, no es una idea de la modernidad. El mismo Cervantes ya describió con la palabra baciyelmo dos caras diferentes de la realidad.

Este principio de “lo vario de lo uno” me posibilitará incluir al final de la novela algunas ideas y apuntes a vuelapluma que completan la estructura de la obra. Ésta se inicia en el otoño con la estructura de la novela tradicional y concluye en primavera con la novela moderna en la que gozosamente me incluyo, aunque sea desde el fondo de un oscuro cajón en el que seguramente reposará mi bella obra inédita.

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