
Me cuenta un amigo, profesor de Secundaria en un instituto cortijero de un pueblo andaluz, quien tuvo que faltar hace unos días a su trabajo por la muerte de un familiar, que el Director del centro le puso pegas cuando mi amigo quiso presentarle, como justificación de la falta, un fax de la funeraria que decía que había sido enterrada en la fecha tal en tal sitio, etc., etc... la persona en cuestión, pariente del antedicho profesor. "Tráeme el original, el fax no vale", le espetó el compañero jefe.
Hay que decir que mi amigo es una persona cumplidora en su trabajo como la que más, y sus compañeros pueden dar fe de ello. Le encanta su trabajo, a pesar de todas las circunstancias que lo entorpecen o imposibilitan (aunque ellas serían más bien asunto para otra entrada).
Pues bien: el caso es que a mi amigo le dio en ese momento una crisis de ansiedad de la que aún está recuperándose. Imagínense: se les muere su padre con toda la crisis emocional que ello supone, el trajín burocrático, las visitas pesadas... y para remate la desconfianza de un sistema de control de faltas estalinista que trata a los profesores como números (desconfiando de su benevolencia) cuando deben ser considerados -como mínimo- santos con todo la que están soportando.
Es cierto (se me puede objetar) que hay profesores que faltan a su trabajo con excusas de poca consistencia, pero les puedo asegurar, porque conozco a mi amigo, que no es el caso. Incluso diría que él, cuando falta, lo pasa mal, porque lo da todo por sus alumnos (también hay profesores así, y de esos casi no se habla).
El caso es que esta anécdota me ha dado pie a escribir el siguiente diálogo para besugos (como aquellos del T.B.O.) que es una reducción al absurdo; sin embargo, tal como está el patio, creo que dentro de poco no será sólo un ejemplo de texto dialogado literario, sino el pan nuestro de cada día:
-El Director: Buenos días.
-El profesor: Buenas tardes.
-Ese papel en el que justificas tu ausencia por la muerte de tu abuelo no me vale.
-Es un fax de la funeraria.
-Ya lo sé, pero necesito el original.
-Vale.
-Y el libro de familia tuyo.
-Vale.
-Y el de tus padres.
-Vale.
-Y una fotocopia de la esquela.
-Vale.
-Y fotos o vídeos en los que aparezcas en el cortejo fúnebre.
-Vale.
-Y el certificado de defunción con la hora de salida.
-Vale.
-Y también necesito, por si hay una inspección, que estés de luto un mes.
-Vale.
-Y tu D.N.I. original compulsado.
-Vale, bwana.
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P.S.: La Delegación Provincial de Educación de Cádiz ha enviado por ahí un PowerPoint con un maravilloso documento titulado Potestad Disciplinaria de la Dirección de Centros Públicos. No lo lean: ni la Inquisición lo hizo tan bien. Es todo un repertorio de sanciones, un sancionario dictatorial. Termina el documento con estas palabras de Paulo Freire: “La cuestión está en cómo transformar las dificultades en posibilidades” .
Yo respondo con Cervantes (lo conozco más): La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida (El Quijote, II, cap. LVIII). Vale.
Comentarios
también existe otra posibilidad, que a mí me ha pasado: un compañero te da un justificante médico en el que dice que ha padeciro "gastroenteritis aguda" o ha recibido quimioterapia. Y el inspector de turno rechaza el justificante porque en él no figura de forma expresa que estaba incapacitado para el trabajo. Creo que se comenta solo.
un abrazo