
Al arquitecto de «Pons Asinorum».
Según el autor de una bitácora que suelo leer habitualmente (cuando me dejan), los sevillanos vivimos de celebración en celebración en un afán festivo típicamente andaluz. En definitiva, que somos como el tío del turrón, que vamos de feria en feria.
No quiero entrar en polémica, pero sí aclarar algunos matices: es cierto que aquí en el sur la fiesta es consustancial al andaluz, forma parte intrínseca de su código genético, igual que la cerveza al sol o el gusto por la conversación distendida. La calle nos llama. Decía Santa Teresa que aquí el diablo tienta con más manos.
No obstante lo dicho, (y aquí viene el matiz) la fiesta es para muchos de nosotros compatible con el trabajo. Ocio y negocio (ne ocio) son a veces dos caras de la misma moneda. El ejemplo más evidente es la feria de abril (este año de mayo) de Sevilla: ¿cuántos negocios se firman entre catavinos con manzanilla sanluqueña? ¿Cuántos sevillanos tienen cuerpo -y cartera- para aguantar una semana de trabajo y de feria con los amigos y la familia? No tengo la respuesta, pero es evidente que hay muchos ejemplos de ambas circunstancias, aunque de la segunda menos con la que está cayendo (sobre todo por el tema de la cartera de los billetes).
No olvidemos además que, en circunstancias normales, en la feria de Sevilla, salvo que San Fernando (30 de mayo) caiga en fin de semana y se pase ese día de fiesta local a uno de la feria o salvo que por esas fechas disfrutemos de la fiesta sindical del 1 de mayo, no hay ningún día festivo.
Es cierto que en estas tierras del sur la molicie es planta muy habitual y que la expresión cervecita de trabajo es un auténtico oxímoron, pero no deben encasillarnos a todos los andaluces como vagos, festeros, indolentes y subvencionados. Muchos otros no somos así, aunque ahora que está entrando un rayito de sol por mi ventana, me están entrando unas ganas de salir a la calle y darle una patada al maldito invento este del ordenador, del blog y de la madre que los parió. Olé. Arsa, mi mare. Ojú... ¡Uy!, perdón, que me sale la vena andaluza. Es que no lo podemos remediar. Así nos va. Ahí queó. Vale.
Comentarios
¿Dónde nos tomamos esa cervecita?