
Gibran Jalil Gibran
A mi tío Toni y a su mujer, Mari.
No recuerdo qué crítico literario consideraba que el ser humano, tras los horrores de los campos de concentración, solo podía recobrar la mirada inocente del mundo en la lectura de dos obras: El idiota de Dostoyevski y El Quijote de Cervantes.
Como idea queda muy bien en el papel (o en el blog), pero me imagino que no sólo estas dos grandes obras pueden ser un consuelo ante las desdichas.
Mi tío Antonio Fernández, a quien, junto a su mujer, dedico esta entrada, me contaba hace poco que en su estancia en Alemania como emigrante conoció, en el año 1.961, a José Luis López Vázquez. No se engañen: no era el actor, aunque se llamaban igual. Este emigrante gallego, muy buena persona (según mi tío), era un comunista que había huido de dos condenas a muerte en la España de la posguerra.
El caso es que aquel hombre había memorizado una poesía, que es la siguiente (he hecho algunos cambios, necesarios desde el punto de vista filológico):
A LOS PADRES
Vuestros hijos no son vuestros hijos.
Son los hijos y las hijas
del deseo de la vida
para ella misma.
Vienen a través de ti
mas no son tuyos,
y aunque están contigo
no te pertenecen.
Debes cobijar sus cuerpos
mas no sus almas,
puesto que sus almas
moran en la casa del mañana,
la cual tú no puedes visitar
ni siquiera en pensamientos.
Dales tu amor,
mas no tus pensamientos,
puesto que ellos tienen
sus propios pensamientos.
Debes asemejarte a ellos
y nunca busques
que ellos se asemejen a t¡,
pues la vida
no camina hacia atrás,
ni se para en el ayer.
(Les ofrezco aquí otra versión del texto, que pertenece a la obra El Profeta).
He buscado información sobre este poema y he descubierto que es del escritor libanés Jalil Gibran, que estuvo muy de moda en los años sesenta del pasado siglo.
Posiblemente aquel comunista perseguido no sabía quién era el autor del texto o cuál era la mejor traducción del mismo al español, pero seguro que en aquella poesía encontraba una verdad demoledora sobre la existencia.
Esta historia me recuerda el final de Fahrenheit 451, la preciosa historia de los hombres-libro que memorizan una y otra vez libros enteros para que no los quemen las brigadas de bomberos totalitarios.
En realidad, casi todos tenemos en la cabeza (unos más que otros) un caudal de textos que representan, al mismo tiempo, un consuelo de la existencia, una enunciación de las grandes verdades de la misma y, sobre todo, la belleza del arte de las palabras. Aunque, en el fondo, lo que vale es ser buena persona. Vale.
Comentarios
Podrás memorizar los versos más hermosos pero si no tienes amor son como un bosque perdido en el mar oscuro de la noche. Podrás declamar los poemas que conocen todos los misterios que mueven las montañas pero si no tienes amor son como una voz que corre a perderse en el silencio. Podrás escribir los poemas que alimenten las almas de los ricos y de los pobres pero si no tienes amor son como una luz que no alumbra en la niebla.
Un abrazo.
A fin y al cabo, la palabras se nos quedan pegadas como las lapas en la joroba de una ballena. Son para siempre. No quiero recordar las mías porque no quiero emocionarme, pero ahí están.
Me ha encantado
Un abrazo
Un abrazo.