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Los tebeos



   Aún no se llamaban cómics. Eran tebeos, nombre sacado de las tiras cómicas que tenían como título T.B.O..
   Los tebeos los devoraba con un ansia infinita. Recuerdo que los intercambiaba con mi primo Waldi, quien tenía siempre muchos más que yo.
   Leíamos, aparte del T.B.O., con sus "Diálogos para besugos" y los inventos del doctor Franz de Copenhague, Zipi y Zape, Mortadelo y Filemón, Sir Tim O'Theo, Superlópez, 13, Rue del Percebe, Carpanta, Pepe Gotera y Otilio, chapuzas a domicilio, Anacleto, agente secreto, Astérix y Obélix, Tintín, la revista Don Miki (con los personajes de Disney), La familia Cebolleta, Doña Urraca...
   Muchos de estos tebeos venían agrupados en libros con el título de Super Humor, que nos eran regalados en ocasiones especiales.
   Incluso leíamos tiras con las que disfrutaron los niños de generaciones anteriores a la nuestra, como El capitán Trueno o El guerrero del antifaz.
   La pandilla de amigos un día decidió montar un quiosco de trueque de tebeos. Lo montamos con unas tapas de cemento cuadradas que estaban al lado de los bloques en los que vivíamos.
   Metido dentro de aquella estructura provisional, yo me dediqué, por supuesto, a leer aquellos tebeos. Tan provisional era el quiosco que una parte se vino abajo y llegó a aprisionarme. Sin embargo, a pesar de ello (y de eso se rieron un tiempo mis amigos), ¡yo seguí leyendo! Tal ansia tenía...

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