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DE LA BREVEDAD


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A Rafael de Cózar “Fito”, in memóriam


    No cansar. Suele ser pessado el hombre de un negocio, y el de un verbo. La brevedad es lisongera, y más negociante; gana por lo cortés lo que pierde por lo corto. Lo bueno, si breve, dos vezes bueno; y aun lo malo, si poco, no tan malo. Más obran quintas essencias que fárragos; y es verdad común que hombre largo raras vezes entendido, no tanto en lo material de la disposición quanto en lo formal del discurso. Ai hombres que sirven más de embaraço que de adorno del universo, alajas perdidas que todos las desvían. Escuse el discreto el embaraçar, y mucho menos a grandes personajes, que viven mui ocupados, y sería peor desazonar uno dellos que todo lo restante del mundo. Lo bien dicho se dize presto.

    Baltasar Gracián: aforismo 105 del Oráculo manual y arte de prudencia (Huesca, 1647). Me pregunto por qué Gracián, si tanto defendía la brevedad, no escribió sólo la famosa frase que destaco en negrita.



    Me dijo un amigo poeta hace ya tiempo que mis textos publicados en esta bitácora le parecían muy interesantes pero también demasiado largos.
    Aquella reflexión suya me llevó a pensar que debía quizás moderarme un poco y quitar mucha paja de mis textos para, de ese modo, buscar la brevedad. Por aquel tiempo una de mis entradas tuvo un número de visitas muy alto, y lo curioso del caso es que en dicha entrada de lo que yo hablaba era del silencio.
    La brevedad se ha convertido en objeto de deseo en estos tiempos de prisas y de exceso de información.
    Es indudable que un mensaje es muy efectivo cuanto más breve es, porque en su brevedad lleva aparejada la sencillez.
    Verbigracia, hoy mucha gente prefiere leer textos sencillos (en el móvil, sin ir más lejos) antes que largas narraciones en prosa propias de épocas pretéritas (Don Quijote, La Regenta, etcétera).
    Incluso se ha propuesto una lectura moderna de Don Quijote de la Mancha que convierte el genial texto cervantino en miles de mensajes de Twitter.
    Por desgracia, en esta época lo que no cabe en los 140 caracteres que permite Twitter en cada mensaje no existe. La sencillez y la brevedad ganan terreno a la complejidad y a la extensión.
    Vemos también esta tendencia en literatura: hoy tienen mucha importancia el microrrelato, el haiku, el microteatro..., que son todos subgéneros breves que responden a los deseos de sencillez, inmediatez y brevedad. Incluso podíamos calificar de microensayo a muchas entradas de blog como ésta que usted lee.
    Quizás la causa de ese deseo de sencillez esté en las prisas con las que encaramos ya nuestros tiempos de ocio y de negocio.
    El pobre currelante que pasa su semana pegando tumbos de un lado para otro, cuando llega sorprendentemente sano y salvo a su fin de semana, sigue todavía atado a su reloj de pulsera, el cual sigue marcando su agenda, de ocio en este caso.
    Y esas agendas de fin de semana tienen más notas que la de un ministro: Levantarse temprano para ordenar la casa. Luego ir a comprar, preparar la comida de media semana, almorzar, retozar brevemente para luego salir a comprar las entradas del microteatro, verlo en quince minutos, cenar de tapitas fuera, taxi rápido de vuelta y a la cama prontito que el domingo el niño tiene campeonato...
    Antes la gente no tenía agendas de fin de semana y, si las tenía, no apuntaba nada en ellas, salvo, si acaso, “descansar”.
    Con este panorama de vidas llenas de miles de actividades (eso sí, todas ellas cuanto más breves mejor), se sufre más estrés el fin de semana que en un día laborable. Así que, ¿leer con lentitud y delectación es opción viable?
    Nos falta reposo, señor lector. Y es porque no paramos: estamos todo el día en jaque haciendo cosas, muchas de ellas absurdas e impuestas.
    Queremos que todo se resuelva de forma breve y en un instante: Esto lo quiero para ayer (¿qué demonio encorbatado inventó esa jodida frase que tanto daño sigue haciendo?).
    Querido amigo poeta, me gustaría ser más breve. Quizás tendría más éxito, llegaría a publicar más libros, sería famoso..., pero ya yo no sería yo si hiciese eso.
    A mí me gusta demorarme entre las palabras, perder maravillosamente el tiempo trasteando con ellas, explorar su sonoridad, las relaciones insólitas que surgen entre los términos y, en definitiva, alargar los temas de mis textos, amplificarlos, explorar todos sus rincones. Por desgracia (o por suerte) soy heredero literario de Cervantes y de Clarín, entre muchos otros escritores demorados.
    Las verdades de la vida tienen muchas aristas y para mí reducirlas a muy escasas palabras es disminuir su presencia.
    Como siempre, me ha quedado una entrada de blog demasiado larga, pero les puedo asegurar que no he pretendido en ningún momento buscar la brevedad porque, quizás, escribir sobre la brevedad requiere, paradójicamente, de una larga extensión.
    De momento, al escribir, sigo prefiriendo, en relación con el número de palabras, demorarme entre ellas y no moderarme con ellas. Al fin y al cabo, lo que es breve no es el arte, sino la vida, como bien lo dijo Hipócrates: Ars longa, vita brevis.


Comentarios

Antonio Montes ha dicho que…
Excelente entrada, excelente apología. Creo que Ortega la firmaría sin dudar, sólo que la habría escrito aún más larga, seguramente, ya que también era hombre de demorarse con las palabras, sin perder el rumbo, eso sí, como aquí pasa.

Un abrazo.
Querido Antonio:

Gracias por tus elogiosas palabras, especialmente por la comparación con Ortega, la cual considero a todas luces excesiva.
Me alegro de que te haya gustado el "microensayo".
Espero verte pronto en la próxima "mercurialada". Un abrazo.

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