Aquel
hombre enjuto y con ojeras, agobiado por el peso del tiempo, ignoró, en el
preciso instante en que colocaba una pluma ensangrentada de su canario en la
boca de aquel cartón de leche vacío antes de tirarlo a la basura, que, millones
de años más tarde, arqueólogos de otros mundos lograrían hallar en aquel resto
de plumas la clave que les permitiría averiguar casi todos los misterios del
universo, incluso los que bullían en el fondo de su alma antes de matar aquel
maldito pajarraco que torturaba sus sienes, machacadas por las indecencias de
sus alumnos.
DENEGACIÓN Y AUSENCIA DE LA HISTORIA La Semana Santa no había existido nunca. Es cierto que se celebró otros años. Pero auténtica existencia no tiene hasta este Domingo de Ramos. Las otras Semanas Santas pertenecen a la Historia, es decir, al recuerdo. Y toda memoria se va, desaparece con su cauda de tiempos y acontecimientos, ante el hecho sencillo de salir los nazarenos a la calle. La Semana Santa surge en resurrección de milagro, que olvidan referencias y avatares. Por eso la Semana Santa es incapaz de filosofía e historia. En estos días no se razona. Se siente nada más. Se vive y no se recuerda. La Semana Santa no ha existido hasta ahora mismo. Queda lejana toda cuestión previa. Inútil buscarle raíces teológicas o tubérculos históricos. Nace la Semana Santa en sí, para sí y por sí. Es autóctona, autónoma y automática. Nace y crece como una planta. Dura siete días y en este tiempo germina, levanta el tallo, florece, fructifica y grana. Acaba finalme...
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